Este mundo se pone cada vez más extraño. Que la gente se presente en nuestras vidas como por generación espontánea raya en lo normal. Conocemos sus nombres y lo que han construido de sí mismos a través de un muro, ese muro que con más frecuencia tiende a parecerse al muro de los lamentos. Y si bien no colocamos pepelitos en tus intersticios, sí publicamos lo que sea para que esos que se llaman nuestros amigos se den cuenta de tal lamento.
Así, se va instaurando esta costumbre insana de enterarnos de todo aquello que no queremos conocer pero que por "novedad" nos enteramos. Estar pendiente de alguien ahora es fijarse en cuanta declaración egoísta surja en ese muro. Y sí, me refiero a ese dispositivo de "f" blanca en fondo azul que tanto bien nos ha hecho. Porque creámoslo o no, es una maravilla. Pero como solemos hacer... nos excedemos y usamos la herramienta hasta que nos hartamos.
Así, con el contexto en la palestra, vale la pena de vez en cuando volver a los ritos, esa manera mágica y antigua de comunicarnos. Porque nos costó mucho volvernos civilizados, porque nunca ha sido fácil leer al otro.
Deberíamos extrañar la comunicación inmediata. Deberíamos hartarnos de los datos diferidos si bien puede quedar uno con alguien e ir sencillamente a caminar al parque.
Después de dos noches en las que con un amigo derrochamos palabras, historias y canciones, eso luego de ir al teatro a ver "Marx ha vuelto" y escuchar "Al otro lado del mar", con el agravante de cenar comida taiwanesa (prueben el fresco de arroz con maní, la noche anterior fue comida china), tengo la certeza de que los rituales siempre serán necesarios. Porque ni cien mil palabras escritas compensan ese minuto en el que nos reímos del mismo chiste.
E insisto: la vida es aquí y ahora.
(¿Dónde nos vemos hoy?)
Así, se va instaurando esta costumbre insana de enterarnos de todo aquello que no queremos conocer pero que por "novedad" nos enteramos. Estar pendiente de alguien ahora es fijarse en cuanta declaración egoísta surja en ese muro. Y sí, me refiero a ese dispositivo de "f" blanca en fondo azul que tanto bien nos ha hecho. Porque creámoslo o no, es una maravilla. Pero como solemos hacer... nos excedemos y usamos la herramienta hasta que nos hartamos.
Así, con el contexto en la palestra, vale la pena de vez en cuando volver a los ritos, esa manera mágica y antigua de comunicarnos. Porque nos costó mucho volvernos civilizados, porque nunca ha sido fácil leer al otro.
Deberíamos extrañar la comunicación inmediata. Deberíamos hartarnos de los datos diferidos si bien puede quedar uno con alguien e ir sencillamente a caminar al parque.
Después de dos noches en las que con un amigo derrochamos palabras, historias y canciones, eso luego de ir al teatro a ver "Marx ha vuelto" y escuchar "Al otro lado del mar", con el agravante de cenar comida taiwanesa (prueben el fresco de arroz con maní, la noche anterior fue comida china), tengo la certeza de que los rituales siempre serán necesarios. Porque ni cien mil palabras escritas compensan ese minuto en el que nos reímos del mismo chiste.
E insisto: la vida es aquí y ahora.
(¿Dónde nos vemos hoy?)
Comentarios
Ver como la gente usa compulsivamente la herramienta es de hecho un claro signo de cuan sociales somos, y seguiremos siendolo. Yo no creo que nadie prefiera el contacto con sus seres queridos a traves de la mediacion de una red social al contacto en el aqui y ahora.