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Mostrando entradas de 2013

Irse y volver

Empecé a irme cuando un día le dije a mi papá que quería estudiar noséqué y que iba a ser en el extranjero. No me fui. Él respiró con alivio. Me fui varias veces a visitar gente a otros sitios porque tenía una necesidad de estar allá, lejos. Me fui a Armenia, me fui a Cojutepeque, me fui Santa Ana, me fui a Chalatenango, me fui a Honduras, Guatemala... Perú. Siempre quería estar allá, haciendo todo lo que acá no se podía hacer. El visitante y el balcón.  Me fui también cuando entré a estudiar en esa universidad en la que hace más de veinte años los militares mataron a sus mentores, sus guías, sus sacerdotes. Y me fui bien lejos porque empecé a hallarme a mí misma, porque entendí, digo yo, muchas cosas. Había gente como yo, había una vida que jamás (ni ahora) quise que se acabara. Cuando me fui esa vez había muchos conmigo. Y siguen ahí porque irse para ellos también era necesario. Teníamos que crecer, dijeron nuestros maestros. Nosotros les creímos. Años más tarde cada quien h

¡Tiren de la cortina! ¡Viene la fantasía!

Entra la luz matinal a través de las ventanas de casa. Un niño de cabello negro me pregunta qué cuántos años tengo. Recuerdo que le dije que 4. Ese mismo niño y yo estamos en la habitación de mamá y papá y en la ventana entra de nuevo ese sol que tira pelotitas diminutas. Los dos pensábamos que eran animalitos, que era el sol que nos caía encima de a poco. Es polvo, dijo mi abuela. ¡Pero qué lindo es el polvo, mama Cata! ¡Cómo se arremolina! Mire, mire... y se alborotaba todo en ese diminuto rayo que caía en el colchón. Es que mi cuarto es muy oscuro, le dije un día a mamá. Entonces se me ocurrió que si ponía un espejo allá donde caía en la tarde entonces rebotaría para mi cuarto y lo llenaría de claridad. Porque nunca podía hallar los calcetines. El niño de pelo negro es mi hermano y ahora está lejos. Con él nos subíamos al techo, a mirar el volcán, porque desde ahí podíamos verlo todo, completito. Cuando llegaba la zafra y caía el tile decíamos que eran fantasmas negros y luchába

Palabras, sobre amor a la actuación

Anoche gocé y también lloré. Estuve rememorando esa vida que a mí, que me sigo llamando actriz, se me va a veces de las manos. Estuve viendo Paseando con Moliére ( Alceste à bicyclette ), del director Phillippe Le Guay. La peli va de un actor famoso que va a una isla olvidada a pedirle a su amigo, un actor que ha dejado de serlo, a que se una en el montaje de El misántropo , de Moliére. Eduardo Morlán explica de maravilla la trama, los conflictos y el ir y venir en la película.     Para mí lo más genial del filme es cuando el amigo ermitaño -Serge, el de la isla- le pide a su amigo, el actor famoso Gauthier,  que se quede a ensayar para "ver si se anima" a participar en el proyecto.  Gauthier ganó fama al hacer un personaje el Dr. Morage, muy parecido a Dr. House en lo antisistema (paréntesis: yo juro por las palomitas de maíz que me atraganté anoche que se están burlando estos franceses jojojo). Serge lo dice claro: vamos a ensayar, improvisar. Ensayar. Ensayar. 

No me grite

Que le quede bien claro, señor de alguien más, que le tengo aprecio. Que le veo a cada rato por los pasillos, que he sido testigo de sus aciertos y desaciertos. Que me he reído con usted, que le tengo respeto. Perdone si me paso de delicadita, pero así nací yo, con una sensibilidad auditiva fatal. Soy de sueño ligero, escucho voces y no me gustan los gritos. A mí hábleme nada más. Sí, ya sé que de vez en cuando me abstraigo del mundo y es porque soy retraída (y me gusta). Usted bien sabe que este recinto está mal, que debería tener más privacidad uno, que debería poderse trabajar más... No a todos nos gustan los aspavientos... Pero déjeme aclararle, compañero, que esto es un gallinero y yo así no puedo pensar. Mi trabajo es leer y pensar sobre lo que estoy leyendo porque yo escribo, así que va a perdonarme si me estorban a veces las discusiones sobre líneas y formas. Tanto hemos pedido una sala adecuada y nadie nos la ha dado... Ya ve, es difícil estar acá. Por eso yo me encier

Odio las clases aburridas

El otro día hablábamos con mi colega (el que me prepara de maravilla los mojitos con fresas) de una nota que resumía una evaluación del quehacer docente. La nota decía que equis por ciento de docentes no usaba cartas didácticas, pero sí usaba planificador, que por qué no se usan múltiples recursos como Power Point o etc. Quizá la más graciosa de todas las observaciones era la satanización de la idea que todos en la rueda seguíamos sosteniendo: "No todas las clases y materias pueden hacerse con una inflexible carta didáctica o el bombardeo inútil de diapositivas". En mi ya mediana vida he dado clases por unos diez años. Y no quiero que eso sirva para que usted crea que voy a jactarme de que me las sé todas. No, no, no. Solo quiero echar mano de esa experiencia para puntualizar un par de cosas. 1) Todos aprendemos de manera diferente y yo siempre fui una chica problemática: Las observaciones más recurrentes en mi libreta de notas de 5.º grado fueron que hablaba mucho en cl

Sesión musical (o el daño que le hacen a uno los viejos)

Mi padre volvió conmigo esta noche. Lo que hice, y no sé si recomendarlo, es hacer una breve investigación de los gustos musicales de mi viejo. Ya sé que esto es narcisista, pero qué más da, el formato lo permite y es una manera de sacar los demonios. Pasé por varias etapas: nostalgia, amor, admiración, interrogación, sorpresa, duda... risa, me reí bastante, y asombro. Busqué esas cosas raras en español... asústese. La búsqueda la hice de oído porque yo no tenía ni la más mínima idea de cómo se llamaban esas gentes que llenaron mi vida y mi sala con sus voces. Mi papá cantaba y yo, sin saber que mi cerebro copiaba todo, debo confesar que conozco, reconozco y hasta puedo cantar las canciones de la siguiente lista. Chille conmigo, que va para nostalgia y extrañas diversiones. (Mire, uno siente devoción por los padres si son una maravilla, como el que yo tuve, pero también fueron presas de su contexto. Cof, cof.) Miguel Gallardo: ni idea. Me acabo de enterar que murió en 2005 y que t

Ceguera

Cuando yo decido ponerme estúpida, realmente me esmero. Es el mismo sentimiento de cuando quiero hacer algo bien, la misma fuerza, pero otra cosa me gobierna. El soponcio, un demonio malvado, mi otra yo que es una irresponsable... qué se yo. Lo de ayer fue una tontería tremenda. Luego de la peli de Dustin Huffman en la que es autista (y que Tom Cruise parece menos despreciable y parece que actúa) se me ocurrió ir por agua a la cocina. Ahora bien, yo soy ciega. Parcialmente ciega. De hecho, bastante ciega. Tengo no sé cuántos puntos en mis lentes cóncavos que posicionan eso que veo en el lugar correcto del globo ocular. Me explico, desde hace la mitad de mi vida que ejerzo la ceguera con algo de dignidad. Gracias a una herencia modesta que dejó mi viejo me pude comprar estos lentos que uso. Bastante caros, pero como los uso todo el tiempo me dije: no importa, son tu cara también. Es decir, sé ser ciega. Vuelvo al sopor de la tarde de domingo, a la peli con Dustin y a mi estupidez.

¡Estas son mis viejas!

Lore (arte: Mateo Juárez, 6 años) La mami por ser la mami; la Cata y la sopa de res, la niñaManda, sus gritos y la tienda, la ñaOli con su niño tierno, la ñaMary y su gato que adoptamos, la ñaEstelita y sus tortillas pa´el almuerzo, la Catalita otra vez con su sangre agria y sus cuentos grotescos, la mamaGiña y su encanto de ser alcahueta, la tía Yoly, la tía Sandra, la Sonia, la Fátima y su hermana. La Ale Montenegro y su puta discriminación porque yo era morenita, la Gaby y sus ojos verdes, la Memo y sus maquetas, la Yami y sus revistas en inglés, la Sofi y su vocecita ronca, la Patty y sus infinitas palabras alegres. La Julita, la Emi y su risa fácil... La Conni con sus gritos y chabacanerías. La Chiyo y la Alba, que me llevaron a sus casas y me dieron de comer. La señora que me contestaba cuando le llamaba a mi papi, la Ivonne y su bici que jamás fue a traer a mi casa, las oficinistas que me llevaron de paseo.La señoras de la peluquería de mi mamá que nunca creyeron que yo

Calles de piedra

Es de tarde y hace calor. Me bajo de un ruidoso autobús y camino rápido para alcanzar la acera. Pienso en que ojalá un día alguien compre ese terreno baldío que está frente a la quebrada. Pienso, mientras atravieso esos cuarenta metros de camino de tierra, piedra y hierba seca, en que ojalá una empresa arregle esa (maldita) calle que me incomoda pasar. Me digo: deben arreglar el camino. Si es una calle "comercial" debería estar bien. ¿A quién le toca arreglar ese pedazo de tierra, volverlo asfalto, adoquín o cemento? ¿Por qué nadie ha hecho nada? ¿Por qué tanto abandono? La calle tiene desniveles provocados por las piedras grandes que sobresalen entre ese fino y blanquecino polvo. Es como un pequeño abismo entre límites de asfalto y cemento. Es una tierra antigua que quizá tardó miles de años en llegar a ser eso que se pega en mis zapatos y sacudo con algo de rabia. Las piedras que sobresalen del camino no me dejan correr. Toda mi atención se centra en ellas, mi cuerpo

Carta para los (no) olvidados

Chicos, chicas y usted también: Van a saber perdonarme, pero estos días turbulentos me han dejado con el cabello enmarañado, así que por eso no les había podido escribir. Pero como ya hallé peine de dientes gruesos, de a poco voy ordenando las ideas. Ciertamente debo admitir que hecho en falta vuestras risas y comentarios traviesos. A menudo me encuentro a mí misma sonriéndome, riéndome, pensando en tanta chabacanería compartida. Quizá la soledad ahora se viste de papeles y correos electrónicos administrativos y otras cosas inmundas que nos han ensuciado el alma. Quiero decirles hoy que los llevo acá, en la retina, en la piel también. Y parece que me estoy despidiendo, pero quizá es el tono más preciso, así como el del  Zorro, cuando le dijo al Principito que lo domesticara, quizá con una esperanza para quedarse jugando juntos. Hoy diré que no los he olvidado. No he olvidado los besos de medianoche, tampoco esas risas locas y la cerveza en la boca. Tampoco me he podido deshac

Ciclos

A mí eso de poner finales me abruma un poco. Me gusta pensar que hay una continuidad, que avanzo. Cerrar ciclos me hace pensar en que las experiencias son como bolitas de plástico y que dentro hay agua y más juguetes, quizá un pescadito azul, verde o amarillo, quizá otra bolita con una batería que al botarla se enciende y navega dentro de esa otra esfera plástica. No me gusta acumular bolitas y solo mirarlas por dentro porque a mí de lo que me dan ganas es de sacarles todos los juguetes y jugar con ellos. Quiero dejar de pensar en ciclos, quizá deba inventarme una nueva palabra para decir que avanzo, que traigo conmigo todo lo que he hecho estos últimos años, meses, días, horas, minutos y blablablá. No me gusta echar atrás lo que me gusta o no me gusta. Quiero pensar en que son un mosaico que está ahí conmigo, siempre. No quiero pensar en que hoy, que es mi día laboral uno del 2013, reflexionaré con ahínco en que ya casi es hora de preparar las clases. No quiero hacer las cosas que