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Mostrando entradas de enero, 2010

Nimiedades

Quiero escribir que desde el martes pasado estoy aprendiendo a caminar, que me duele en puta un tobillo y que me compré, por culpa de la lesión, dos pares de sandalias que no me gustan tanto. Que detesto que la gente se conmisere de sí misma y que se quejen conmigo por tonterías que yo no puedo ni quiero resolver. También escribiré que he discutido con un hombre. Que he peleado, que no he dormido bien. Que estoy cansada. Quiero desahogarame: No creo en las musas aunque las hijeputas existan. Escribiré, por fin, para hacerlo mío y patente, que me gusta tanto esta soledad de la que me quejo que vamos haciéndonos una... que vamos haciéndonos una nada más. *

Sabiduría

Mi maestro es sabio. Se llama Don Paco. Dice las frases certeras cuando la desesperación acampa, sabe sonreír y con ello llenarme de esperanza. Con sus palabras siento que no todo está perdido. Un día me dijo que si cambiaba de trabajo que fuera a uno que me hiciera crecer más (y por eso sigo aquí, para aprender todo lo que tenga que aprender. Trabajo humilde, lo llama él). Dijo que me fuera de este país de mierda porque aquí no iba a crecer en las tablas, que allá en Costa Rica o en la Iberia hay un bachillerato en artes y que por favor no dejara de actuar. También me dijo que solo después de cierta edad sirve todo lo que uno echa al saco. Eso dijo: echar al saco. Por eso leo sin parar, por eso sigo en esta silla limpiándole los desastres a los de allá (corrigiendo, pues). Por eso sigo sus indicaciones sin vacilar, sin interrogar y solo asintiendo porque sé que este camino tortuoso es más llevadero si alguien por allá lejos te dice que por ahí vas bien. Escriba, Lorena, escriba, dijo.

Medio ciento de salmones

Cuando al Enano y a mí nos dejan solitos en casa hacemos lo que amerita: nada. No lavamos los platos, no hacemos limpieza, sí miramos tele y sí jugamos como desquiciados. Eso pasa como los cometas, cada cien mil años. Nos gusta quedarnos en la cama, frente a la tele y mirar películas como Toy Story 2, nos gusta comer lo que sea que haya en la refrigeradora y más que nada, celebrar nuestro hermoso ritual. Ayer, después que el Enano fue al cine con su hermano mayor, los encontré por ahí en un centro comercial. Luego pasamos a comprar unos discos y trajimos medio ciento de salmones calamarescos y en especial el disco en el que sale Loco . Ya antes el Enano la había escuchado, pero hoy que estuvimos solitos y sin el cuidado materno, le subimos volumen a tope e hicimos lo nuestro: brincamos, saltamos y bailamos tontamente. Eso solo lo podemos hacer cuando las autoridades no están, porque huy, no vayás a ponerle al niño de esas canciones que te hacen pensar. Así que el Enano y yo pusimos el

Tengo un romance

A mí la vida me premió con dos o tres amigas alucinantes. No es por echarles flores, pero después de equivocarme tanto hallar gentes como ellas es algo así como un oasis, o un atisbo de lo que se supone es estar enamorado. La que viene al caso es conocida mundialmente como Marie. Con ella nos la pasamos de lo más entretenido, miramos películas, trabajamos en el mismo sitio, investigamos sobre música, nos prestamos libros, desayuna en mi casa después del gimnasio y para este fin de enero le debo una de esas cenas románticas en un lugar estupendo. Marie es de esas personas fabulosas que te quieren porque sí, que aceptan tus defectos y solo se ríen de las equivocaciones que cometes pero sin juzgar. Con ella he aprendido que soy un desastre y que no tengo que avergonzarme de serlo. El sábado pasado estábamos en una capacitación y nos reíamos de lo lindo porque la profesora (seño Carmen) era malvada con todos los demás menos con nosotras y el resto del contingente al que pertenecíamos. Por

La apología del non ánima

Apreciada inquilina manipuladora irresponsable, de aquí en adelante inquilina irresponsable: Nos hemos visto en la necesidad de hacer un pronunciamiento vital. Las últimas acciones que nos atañen se refieren a la irresponsabilidad con la que usted, pobre ignorante de los procesos biológicos y fisiológicos, ha conducido este glorioso cuerpo, al que de ahora en adelante llamaremos mobiliario. Dicho mobiliario -del que usted es, por decirlo de algún modo, legítima dueña- ha sido objeto de abuso y maltrato. En repetidas ocasiones le hemos advertido que su conducción errónea e irresponsable se volcará en contra suya. Sin ir más lejos nos remitimos a los hechos de esta tarde, específicamente a la una treinta. No habiendo sido suficiente una ensalada descomunal, usted, inquilina irresponsable, decidió -en detrimento y perjuicio de la comunidad que habita este no sacrosanto lugar- echarse a la barriga una mounstrosa porción de pastel que no hizo más que activar el ritmo cardíaco. ¡Y sálvese q

Carmen (o las niñas grandes)

Carmen le pidió a su compañera de al lado que por favor le cambiara un billete. La chica no tenía cambio, y así pasaron varios segundos hasta que advertí el embrollo. Le ofrecí a la chica (que aún no sabía que se llamaba Carmen) un par de billetes. Ella aceptó con sorpresa y mucho agrado el gesto. Solucionaron las cuentas y la chica, Carmen, se quedó atendiéndome. Me cobró un par de blusas. Mientras le daba mi tarjeta me preguntó si yo había estudiado en tal colegio. Asentí simpática (o eso creo yo). Y ella, con su hermosa sonrisa blanca, soltó espontánea: "Yo me acuerdo de usted, es que siempre me fijaba en las niñas grandes". Así decíamos en el colegio, las niñas grandes, las que iban a bachillerato, las que cuando no estaban los maestros nos enseñaban a usar el diccionario. Luego de eso le pregunté su nombre, qué hacía y dónde estudiaba. Me explicó que estudiaba y trabajaba, que si por ella fuera solo estudiaría pero que por el momento no podía. Que salió cinco años más ta

El apocalipsis de los libros

Un amigo me decía que siempre es mejor un libro físico, por aquello de la sensualidad al tocarlo y demás. Comulgo sobremanera. Y por ahí leía cómo una mujer casi chillaba de tristeza porque veía el fin de la producción de libros en papel. Tan romántica ella. Sin argumento aparente me inclino por el no. Los libros no van a desaparecer, señora. Uno, si van a ser sustituidos por un e-book, a ver, ¿cuánto cuesta, quiénes lo van a comprar, peor aún, quién va a gastar miles de dólares en un aparato que sirve para leer cuando el promedio de la gente no lee ni siquiera el periódico? No tengo estadísticas, lastimosamente. Total, para tal efecto hoy una veintena de chicos me dijo tajante que no le gustaba leer. Chicos universitarios, qué va... chicos que salieron de colegios decentes que les permitieron acceder a educación superior. A mí lo que de verdad me da miedo es que con tanto acceso a la tecnología creamos que somos la salsa del mundo y nos olvidemos de todos aquellos que no saben ni siqu