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Mostrando entradas de enero, 2012

Usted no me hable

Frente a esta máquina no me queda más que reflexionar en lo que acabo de hacer. Viajo en bus y mi país no es precisamente un lugar que se aprecie por el transporte colectivo. Así que cuando la ida y la vuelta a casa se hace en ese lugar móvil en el que se suben extraños a cada rato, pues la premisa es que puede pasar cualquier cosa. En el bus y en la calle. Me referiré en este caso específico a esos seres que por instalarse en equis sitio en la calle ya son parte del paisaje. Y claro, uno también es blanco de reconocimientos. Hay un vendedor de chicles que está al pie de la pasarela de la parada de buses frente a mi trabajo. Ergo, lo veo a diario, me ve a diario y sabe a qué hora y de qué bus me bajo. Él está ahí, me imagino, aburridísimo de estar en el mismo sitio todo el tiempo, dependiendo de que si a uno se le antoja un chicle o un dulce. Pasaba que, ahora creo que eso cambiará, cada vez que iba de camino me decía "cosas". Saludos y tonterías que ya iban llegando a ci

Cómo me gusta lo que hago

Mientras leo este artículo de María Moliner que mi amiga Maga me envío vía msn, no puedo contener la felicidad de estar rodeada de libros, marcadores, un cuaderno a rayas y detrás mío esa mi biblioteca que ya adoro. Si hay una actividad de la que gozo plenamente en mi vida laboral es la de organizar el curso. Sí, es laborioso; sí, uno se hace bolas y una cree que el tiempo es muy poco... con todo y todo, me fascina pensar en  qué leeremos, qué ejercicios haremos, si tal película es buena para la clase, o a qué sitio iremos. Todo eso me emociona. Solo hoy ya llamé a dos amigas muy queridas a quienes les pregunté qué más podíamos leer. Días antes otro amigo me dio dos títulos para que los tomara en cuenta. Ya traje a mi memoria los libros que quiero que degustemos, ya taché mil veces la lista de temas que abordaremos y ya la reescribí también. Todo eso me hace feliz, en serio. Después sé que me cansaré, que más de un chico no se entusiasmará tanto como yo con la clase; sin embargo,

Salmo 1

Estoy llena de ese vacío que envuelve. Es mi vida yéndose y reproduciéndose a través de mis dedos, mis manos, mi cuerpo entero. Cada palabra de la que soy presa repica contra una cadena que rodea mi cuello. ¡Cénsurame! ¡Quítame los gritos! ¡Ahógate conmigo! Venid a mí, palabras amables venid a mí, súplicas y llantos... ¡venid a mí, Emancipación! Cada palabra que atraviesa mi cuerpo me aleja más de este sitio que sufro-amo-gozo. ¡Palabras, enmudezcan mis llantos! ¡Griten desmesuradas mientras acaricio sus pliegues! ¡Palabras, acurrúquense conmigo y déjenme dormir entre silencios!