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Mostrando entradas de enero, 2013

Calles de piedra

Es de tarde y hace calor. Me bajo de un ruidoso autobús y camino rápido para alcanzar la acera. Pienso en que ojalá un día alguien compre ese terreno baldío que está frente a la quebrada. Pienso, mientras atravieso esos cuarenta metros de camino de tierra, piedra y hierba seca, en que ojalá una empresa arregle esa (maldita) calle que me incomoda pasar. Me digo: deben arreglar el camino. Si es una calle "comercial" debería estar bien. ¿A quién le toca arreglar ese pedazo de tierra, volverlo asfalto, adoquín o cemento? ¿Por qué nadie ha hecho nada? ¿Por qué tanto abandono? La calle tiene desniveles provocados por las piedras grandes que sobresalen entre ese fino y blanquecino polvo. Es como un pequeño abismo entre límites de asfalto y cemento. Es una tierra antigua que quizá tardó miles de años en llegar a ser eso que se pega en mis zapatos y sacudo con algo de rabia. Las piedras que sobresalen del camino no me dejan correr. Toda mi atención se centra en ellas, mi cuerpo

Carta para los (no) olvidados

Chicos, chicas y usted también: Van a saber perdonarme, pero estos días turbulentos me han dejado con el cabello enmarañado, así que por eso no les había podido escribir. Pero como ya hallé peine de dientes gruesos, de a poco voy ordenando las ideas. Ciertamente debo admitir que hecho en falta vuestras risas y comentarios traviesos. A menudo me encuentro a mí misma sonriéndome, riéndome, pensando en tanta chabacanería compartida. Quizá la soledad ahora se viste de papeles y correos electrónicos administrativos y otras cosas inmundas que nos han ensuciado el alma. Quiero decirles hoy que los llevo acá, en la retina, en la piel también. Y parece que me estoy despidiendo, pero quizá es el tono más preciso, así como el del  Zorro, cuando le dijo al Principito que lo domesticara, quizá con una esperanza para quedarse jugando juntos. Hoy diré que no los he olvidado. No he olvidado los besos de medianoche, tampoco esas risas locas y la cerveza en la boca. Tampoco me he podido deshac

Ciclos

A mí eso de poner finales me abruma un poco. Me gusta pensar que hay una continuidad, que avanzo. Cerrar ciclos me hace pensar en que las experiencias son como bolitas de plástico y que dentro hay agua y más juguetes, quizá un pescadito azul, verde o amarillo, quizá otra bolita con una batería que al botarla se enciende y navega dentro de esa otra esfera plástica. No me gusta acumular bolitas y solo mirarlas por dentro porque a mí de lo que me dan ganas es de sacarles todos los juguetes y jugar con ellos. Quiero dejar de pensar en ciclos, quizá deba inventarme una nueva palabra para decir que avanzo, que traigo conmigo todo lo que he hecho estos últimos años, meses, días, horas, minutos y blablablá. No me gusta echar atrás lo que me gusta o no me gusta. Quiero pensar en que son un mosaico que está ahí conmigo, siempre. No quiero pensar en que hoy, que es mi día laboral uno del 2013, reflexionaré con ahínco en que ya casi es hora de preparar las clases. No quiero hacer las cosas que