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Mostrando entradas de febrero, 2010

Mediterráneo

Mojé mis pies en sus aguas mansas. Salté tres veces sobre sus pacientes olas para atraer la suerte. Bailé con los ibéricos. Y por siete noches con sus mañanas fue mío y cantó para mí. Estuve con vos, Mediterráneo, y gracias por las buenas historias. PD: Es de madrugada, y no sale aún el sol. Buena hora para escuchar a Serrat, con Mediterráneo.

Misterio resuelto

Domingo. Llegamos temprano a casa de los abuelos. En la entrada de la calle hay un conacaste que bien tiene unos 80 años, y si hablara y escuchara le preguntaría si de verdad los reos llevaban bolas de hierro con grilletes en los tobillos mientras construían la calle que partió la cordillera del Bálsamo y que conduce a Santa Ana. Hoy el conacaste está verde, con hojas chiquititas que al caer hacen una alfombra sobre el polvo suelto. La parada de buses se llama tubos, y eso es porque justo al lado hay una fábrica de inmensos tubos de concreto para las aguas lluvias. Más allá, en una hondonada, había una laguna tóxica en la que crecían ninfas moradas. Hoy no hay ninfas floreando, solo bordan el estanque seco unas vacas flacuchas que soportan el sol mañanero. En la primera de las casas venden plantas en un camión pequeño, y un perro aguacatero (sin raza y callejero) nos persigue con su cola de chilillo, da amigables latigazos a cambio de que seamos dulces con él. Más allá, en la iglesia

Misantropía nada más

Ustedes saben que amo buscar en los diccionarios, así que la palabra de hoy es mosántropo , y dice así: misántropo, pa.(Del gr. μισάνθρωπος ). 1. Persona que, por su humor tétrico, manifiesta aversión al trato humano. Mentira, yo no odio al mundo y menos a la gente, solo no me gusta que me hablen mucho, que se pasen de la raya y crean que me interesan los problemas de los que ya hablamos como cien mil veces y que cuando viene la sugerencia nada hacen. No, no, no odio a la gente. Ni siquiera tengo un carácter tétrico. Ya quisiera, pero no, soy demasiado alegre para mi gusto. Quizá por hoy, esta semana, este mes, o incluso hasta este año... solo quiero recibir buenas noticias, y que por una sola vez no me tomen como terapeuta. No hace falta que me mimen, solo quiero no tener que cuidar a nadie. ¿Egoísmo? No, no, para nada. Se llama inutilidad (y no es mía). Por ahora yo soy una máquina que arrasa. Soy una maquinita que construye. *

¡Cantá, pibe!

Más allá de las congas café caramelo y una batería viajera blanca, tan pequeña que da risa y parece que es para un chiquillo, está un piano Roland plateado. El hombre de treintaitrés años y camisa negra se adueña del micrófono y también del teclado. Saluda gracioso, con su voz potente y oscura, algo carrasposa -no debió ensayar el repertorio de nuevo esa misma tarde-, se dirije a una audiencia que lo ha esperado hora y media. Como quien pierde una estrella, de Alejandro Fernández, es el banderillazo. El hombre de treintaitrés años se llama Mauro y se auxilia de su hermano mayor, Fito. Cantan a una voz. Luego viene Guerra y Quisiera ser un pez, otro invitado entra al dúo. Le siguen boleros, Ingrata, Me importas tú y demás. Entonces emerge Roberto Carlos con Cama y mesa. Y me mata. Mauro pide que el guitarrista sentado en la mesa de madera que está al frente le ayude en la interpretación. Un argentino con aire de Camilo Sesto y más parecido a Roberto Carlos que el mismo Roberto Carlos s

Felicidad

Estoy acostada sobre la duela, sobre la duela en la que me convertí en incontables seres inmortales. Amorosa pongo mi mejilla, permenezco ahí dos segundos. Es delicioso pensar que también es mía. Esta es la duela de un escenario sobre el que he bailado, gritado, llorado y en el que sencillamente he sido feliz. Más allá la Maru le indica a los chicos que recuerden la coreografía. Los miro, están felices. Sube la música. Sigo tirada sobre la duela y las vibraciones de cómo bailan los muchachos llegan hasta donde estoy. Las chicas regordetas se dejan seducir y su veintena de libras de más no les impide ser exquisitas femme fatal. Es magia. Lo sé. Hoy no siento ningún resentimiento porque no miro el escenario con dejo de olvido o vejez; lo miro como el más hermoso de todos mis cómplices: llamándome siempre, seduciéndome rabioso. Contiemplo mi vida ida, contiemplo mis debilidades descubiertas en ese espacio mágico; respiro la oscuridad de sus recovecos y ese aire me sienta bien. Lo que fui