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Las anotaciones de Kevin

Desde hace años doy una clase de redacción por aquí y por allá. Es mi oficio y lo elegí sin que nadie me pusiera un revólver en la sien. Como novedad, este año es la primera vez que tengo un asistente que es la eficiencia misma. Su nombre es Kevin. Él es un chico de lentecillos y carita risueña, y que además goza del aprecio desmedido del mundillo académico de este lugar.

Con él revisamos un ejercicio sobre oraciones simples. La primera parte era un entrenamiento con búsqueda de sinónimos. Luego redactarían oraciones temáticas y, por último, harían un párrafo completo de ¿adivinen cuántas oraciones simples? (...) Cinco, cinco nada más. Lo que pedíamos era: haga un párrafo de cinco oraciones simples. No, no eran veinte ni cincuenta, eran cinco.

Sabía que el asunto no iba del todo bien, pero hoy, Kevin me entregó los ejercicios corregidos y casi me pongo a llorar. Me advirtió: hay varios ceros. Me hice la fuerte y asentí con un Así es siempre. Revisamos juntos el resultado y ¡oh, madre mía!, ¡eran terribles!

Sentí hundirse mi corazón, mi esperanza de que en un par de meses los chicos pudieran hacer un texto argumentantivo se iba al averno. ¡Ay no! Ahora siento que me da calentura solo de recordarlo.

Para calmar mi desilución, decidí ir a la librería, donde venden libros. Mientras pasaba por el parqueo pensaba en que era obligación que llenaran todo un manual de ortografía, o qué sé yo... ¿Acaso hay manuales para  estructuras mentales torcidas? Dejé el asunto cuando me dijeron que no tenían ni un solo ejemplar de esos manuales. Mal por mí.

Con la tristeza disfrazada, porque tuve que saludar a un par de gentes en el camino, volví al cubil felino y me dirigí al teléfono. Marqué la extensión de otra colega que hace el mismo oficio para otra especialidad. Le conté lo de los ceros, lo que Kevin me había dicho, sobre cómo yo miraba la no conexión de pensamientos y le repetí: Carmencita, tan solo les pedí un párrafo de cinco oraciones simples. Con el llanto contenido, ella me advirtió que no hiciera lo del manual, que ellos mismos debían darse cuenta en este punto qué tan mal estaban... me animó a que trabajara con más ejercicios... en resumen, ni curva que los salve.

Me sentí aliviada cuando dijo que sus chicos empezaban así. El otro sentimiento que me llenó fue el de terror. Me dijo: lastimosamente a estos chicos (a esta cultura, me permito generalizar) lo que les funciona es el miedo. Miedo a dejar la materia, a no salir  bien... ¿Por qué diablos no prima el esfuerzo sin tener que dar de leñatazos?

Lo que me da más espanto es que estos resultados son más o menos las competencias con la que los chicos salen de la educación media. Hablo de mi país, no es ninguna novedad... y eso es una desgracia tener que decirlo. La educación en El Salvador está por los suelos.

He de confesarlo, he trabajado en varios sitios y sí, parece que hablar es una cosa y ahí se dan gusto, pero cuando intentan ordenar esas piezas para que estén escritas, algo les hace cortocircuito y se nubla la caja pensadora. Hago énfasis: no diferencia ni sexos, ni razas, ni credos y mucho menos clase social. Mi teoría es que no se esfuerzan mucho, porque vamos, son grandes. Creo firmemente en que capacidades tienen, y quizá lo que falta es un poco de voluntad. La pereza es una pandemia. ¡Que san Martín Labrador nos ampare!

Otro factor que posiblemente los afecte es el tipo de enseñanza que recibieron, porque Lenguaje no solo es análisis sintáctico de oraciones, luego hay que armar sentido con ellas... pero quizá hasta ahí no llegaron. No lo sé. Lo único que sé es que hay que solucionarlo.

 Los textos eficientes no son desperdicio de sentido. La escritura debe ser económica, clara. Contundente. No se anda por las ramas, es pretenciosa cuando quiere serlo, pero no debe volverse estorbo. Aprender a comunicarse de manera escrita es vital... es la mitad de la vida en estos dorados tiempos.

Antes de ser "creativos" y escribir textos "lindos" hay que saber usar las herramientas. Sí y solo sí. No hay medias tintas. No se puede crear algo hermoso que se vea espantoso, que se caiga... Que escriban claro... ¡por piedad! La creatividad no son palabras engoladas. No son textos sin ton ni son.


Después de esta catarsis tengo las ilusiones puestas de nuevo. Tengo claros mis objetivos. Al final del año quiero que estos chicos aprendan a redactar con propiedad y con argumentos.

Por su parte, Kevin se fue feliz de haber hecho su trabajo y yo se lo agradezco sobremanera. Este diagnóstico deja fuertes evidencias. Con la dolencia detectada... ¡A administrar cura!

Comentarios

Kevin Eduardo Salazar ha dicho que…
Estoy consciente que necesitamos aplicar un método efectivo que haga de los jóvenes aún, gente que sepa escribir. Entiendo esta situación. Lo mismo nos pasa en Comunicaciones con los alumnos de Redacción 1, de Redacción 1... Pero no hay que perder las esperanzas y seguir enseñando con el mismo entusiasmo con el que adoramos nuestro trabajo.

Por cierto, gracias por dedicarme una entrada en su blog. Se lo agradezco muchísimo.

Un abrazo, Kevin.

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