Hoy echaré veneno. Ayer llamé a mi hermano para saludarlo y me dijo que algo había pasado en la casa. Me preocupé un poco, pero me dijo que mamá me contaría. Ayer, día de las madres.
Hoy llegué a casa para almorzar con mi vieja, encontré a todas sus amigas ahí y no tuve más remedio que comprar un pastel comunal para que todas picaran. ¡Felices las doñas! Pero cuando la mayoría desapareció, mi madre y la niña Rosita (amiga eterna de la familia) me contaron que se habían metido a robar a la casa.
-Dejaron todo tirado...
-Buscaban dinero y joyas...
-Se llevaron las dos computadoras...
-Y el bolsón del niño...
(¿El de chucho?, pregunté)
-Mateo lloraba por su computadora... su bolsón
-Se metieron por el techo...
-Levantaron el techo...
-Dejaron una gran cagada ahí en el tendedero...
-Menos mal no mataron al chucho...
-Yo, hija, no he podido dormir...
Contra toda racionalidad, diré lo que me hierve por dentro: este país es una mierda. Una mierda bien hecha a pulso. Porque vaya, hay que estar contentos que no mataron a mi vieja, ni a mi enano. Sí, niña, si solo son cosas, te comprás otras. A la fulana le mataron al marido... A mí siempre se me han metido los mañosos.
¿Por qué putas tiene que pasar esto?
Digo, yo estoy acostumbradísima a tener miedo en todos lados. Viajo en bus y cualquier hijueputa me puede quitar algo, mi estúpido teléfono móvil, o qué se yo. Estoy acostumbrada a tener miedo. Ahora, el asunto es que entraron a la casa de mi vieja, ahí donde yo crecí. ¿Cómo diablos voy a estar tranquila si es el sitio, el único, que considero seguro? El templo que mi papá nos dejó.
Ahora, un cabrón, seguramente drogadicto, se metió a llevarse los instrumentos de educación y de trabajo de mis hermanos. Mi bro mayor ahí hizo su ingeniería y su postgrado en Educación Digital, mi enano ahí estaba aprendiendo inglés y jugaba plantas versus zombies, y hablando en serio, esas cosas se pueden recuperar, pero la tranquilidad no.
Han entrado a tu casa, ahora ese hijueputa sabe qué tenés ahí dentro, vio tus fotos, paseó en tu piso, se cagó en tu tendedero, seguramente tocó a tu perro, tocó ropa, lanzó libros... ¡El hijueputa estuvo ahí! Su maldita presencia se mueve por el mismo sitio en el que se supone que debemos sentirnos seguros...
Este país es una mierda. (Peores cosas le han pasado a otras personas, van a decir. Sí, lo sé. Pero no está bien que pase.)
A nosotros tan solo nos robaron unas pc y la tranquilidad, nada de qué preocuparse, nada que esta maldita sociedad clasista no resista, porque ahora toca enhuevarse con los ricachones de los bancos, pagar intereses altísimos, y todo para zamparle un cachimbo de hierro al techo, la entrada, la otra entrada, alambre razor, cambiar techo, ponerle candado a la verja, jamás abrir la puerta...
Por supuesto llegó la Policía y seguramente los malnacidos ladrones son amigos de estos, es de esperarse. Esta es tierra de nadie. Uno trabaja para que otro se lleve todo.
Cuando Mateo volvió del cole se quedó en la puerta y se puso a llorar. Le dije que estuviera tranquilo, (mentí) que nadie nos iba a robar la paz, que él iba ayudar a medir en el techo para la seguridad, le dije que cuando eso estuviera listo, yo iba a llevarle su computadora. (Me toca comprar una a plazos, porque no nono, yo no tengo para pagar cash) El enano medio lloró, medio sonrió. De su billetera le dio unos centavos a mi mamá para la compra del hierro... ¡Mierda!, pensé.
Vivimos así. No nos mataron. Contentémonos con eso.
Hoy llegué a casa para almorzar con mi vieja, encontré a todas sus amigas ahí y no tuve más remedio que comprar un pastel comunal para que todas picaran. ¡Felices las doñas! Pero cuando la mayoría desapareció, mi madre y la niña Rosita (amiga eterna de la familia) me contaron que se habían metido a robar a la casa.
-Dejaron todo tirado...
-Buscaban dinero y joyas...
-Se llevaron las dos computadoras...
-Y el bolsón del niño...
(¿El de chucho?, pregunté)
-Mateo lloraba por su computadora... su bolsón
-Se metieron por el techo...
-Levantaron el techo...
-Dejaron una gran cagada ahí en el tendedero...
-Menos mal no mataron al chucho...
-Yo, hija, no he podido dormir...
Contra toda racionalidad, diré lo que me hierve por dentro: este país es una mierda. Una mierda bien hecha a pulso. Porque vaya, hay que estar contentos que no mataron a mi vieja, ni a mi enano. Sí, niña, si solo son cosas, te comprás otras. A la fulana le mataron al marido... A mí siempre se me han metido los mañosos.
¿Por qué putas tiene que pasar esto?
Digo, yo estoy acostumbradísima a tener miedo en todos lados. Viajo en bus y cualquier hijueputa me puede quitar algo, mi estúpido teléfono móvil, o qué se yo. Estoy acostumbrada a tener miedo. Ahora, el asunto es que entraron a la casa de mi vieja, ahí donde yo crecí. ¿Cómo diablos voy a estar tranquila si es el sitio, el único, que considero seguro? El templo que mi papá nos dejó.
Ahora, un cabrón, seguramente drogadicto, se metió a llevarse los instrumentos de educación y de trabajo de mis hermanos. Mi bro mayor ahí hizo su ingeniería y su postgrado en Educación Digital, mi enano ahí estaba aprendiendo inglés y jugaba plantas versus zombies, y hablando en serio, esas cosas se pueden recuperar, pero la tranquilidad no.
Han entrado a tu casa, ahora ese hijueputa sabe qué tenés ahí dentro, vio tus fotos, paseó en tu piso, se cagó en tu tendedero, seguramente tocó a tu perro, tocó ropa, lanzó libros... ¡El hijueputa estuvo ahí! Su maldita presencia se mueve por el mismo sitio en el que se supone que debemos sentirnos seguros...
Este país es una mierda. (Peores cosas le han pasado a otras personas, van a decir. Sí, lo sé. Pero no está bien que pase.)
A nosotros tan solo nos robaron unas pc y la tranquilidad, nada de qué preocuparse, nada que esta maldita sociedad clasista no resista, porque ahora toca enhuevarse con los ricachones de los bancos, pagar intereses altísimos, y todo para zamparle un cachimbo de hierro al techo, la entrada, la otra entrada, alambre razor, cambiar techo, ponerle candado a la verja, jamás abrir la puerta...
Por supuesto llegó la Policía y seguramente los malnacidos ladrones son amigos de estos, es de esperarse. Esta es tierra de nadie. Uno trabaja para que otro se lleve todo.
Cuando Mateo volvió del cole se quedó en la puerta y se puso a llorar. Le dije que estuviera tranquilo, (mentí) que nadie nos iba a robar la paz, que él iba ayudar a medir en el techo para la seguridad, le dije que cuando eso estuviera listo, yo iba a llevarle su computadora. (Me toca comprar una a plazos, porque no nono, yo no tengo para pagar cash) El enano medio lloró, medio sonrió. De su billetera le dio unos centavos a mi mamá para la compra del hierro... ¡Mierda!, pensé.
Vivimos así. No nos mataron. Contentémonos con eso.
Comentarios
Marce.