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Ciclos

A mí eso de poner finales me abruma un poco. Me gusta pensar que hay una continuidad, que avanzo. Cerrar ciclos me hace pensar en que las experiencias son como bolitas de plástico y que dentro hay agua y más juguetes, quizá un pescadito azul, verde o amarillo, quizá otra bolita con una batería que al botarla se enciende y navega dentro de esa otra esfera plástica. No me gusta acumular bolitas y solo mirarlas por dentro porque a mí de lo que me dan ganas es de sacarles todos los juguetes y jugar con ellos.

Quiero dejar de pensar en ciclos, quizá deba inventarme una nueva palabra para decir que avanzo, que traigo conmigo todo lo que he hecho estos últimos años, meses, días, horas, minutos y blablablá. No me gusta echar atrás lo que me gusta o no me gusta. Quiero pensar en que son un mosaico que está ahí conmigo, siempre.

No quiero pensar en que hoy, que es mi día laboral uno del 2013, reflexionaré con ahínco en que ya casi es hora de preparar las clases. No quiero hacer las cosas que hago cuando doy clases en la universidad  y tampoco quiero sentarme a mirar mi agenda y presumir que este año haré mejor mis tareas porque soy mejor persona, porque en fin de año reflexioné mucho y ya no cometeré los mismos errores. O quizá me vuelva más eficiente, más... yo que sé. A mí lo que me gusta es echarme cada tanto, cada vez que mi cuerpo y mente me piden que me eche en la hamaca y me ponga a renovar mi vida porque este ser mío así lo pide.

Sí, una deja cosas y Nomienta lo sabe. Aunque a mí dejar o traer no me preocupa tanto. Quisiera saltarme los calendarios y recordar todo y a todos sin tener que buscar fecha. Sin embargo las fechas son importantes, nos marcan, nos dan coordenadas; y me gusta pensar que cada tanto, por ejemplo, mi chico llenará la casa de flores para celebrar que nos gusta ser así: insoportablemente felices. Sí, es un poco complicado.

Procuro construir una especie de tratado sobre cómo no celebraré que cierra un año o un ciclo, o varios siglos porque toda la vida he estado afanada con el tiempo. El tiempo lo inventamos, dice Teresa, y quiero creerle (minuto 42:20). Ahora que estoy en medio de este mi tiempo tan extraño en que me siento feliz conmigo lo que en verdad quisiera celebrar es cuando entrego mi alma a las letras, las infinitas páginas nuevas de Word, la impresión de ejemplares que otros tantos leerán y dirán si les gusta, o quizá gritar voces ajenas que luego serán mías en medio de toda la hipérbole que pueda construir. Y los aplausos, que las luces se llenen de aplausos.

A mí los ciclos no sé..., hay que inventarse otra palabra. Y mientras tanto, vámonos a un concierto:  There´s a zombie in your lawn.


* La imagen fue tomada de este sitio


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