Estoy entregada a un libro. Un libro que duele leer. Entregada a un libro estoy y este día y esta noche nada ni nadie podrá perturbarme. Escucho voces de gentes estúpidas. Entre el barullo hay poca luminosidad. La cotidianidad recupera el valor que tiene: el absurdo. Veo con nuevos ojos las torpezas propias, la estupidez que cometí y no me inmuto. Me inmuto lo suficiente para sanar los errores. Sin embargo, este día estoy entregada a un libro que estaba esperándome.
Es un libro triste y desolador. Es terrible estar sentada en la orilla de la acera y morderse la boca para no llorar. Las gentes pasan y miran que leo. Es una novela, contesto y no digo más. Porque no quiero explicar esto tan íntimo que es leer sobre el dolor ajeno que es mío también. Lo he convertido en mío y nuestro, aquellos que nos deslizamos por las páginas, y coincidimos: esto es tremendo.
Hoy estoy entregada un libro que me hace pensar en la muerte, el dolor y la angustia. No estoy pensando en la cotidianidad absurda. Hoy me he entregado con pasión, como suele estarse ante la belleza entera.
Lo que no tiene nombre* me ha envuelto y no puedo soltarlo.
De Piedad Bonnet, Alfaguara 2013.
Es un libro triste y desolador. Es terrible estar sentada en la orilla de la acera y morderse la boca para no llorar. Las gentes pasan y miran que leo. Es una novela, contesto y no digo más. Porque no quiero explicar esto tan íntimo que es leer sobre el dolor ajeno que es mío también. Lo he convertido en mío y nuestro, aquellos que nos deslizamos por las páginas, y coincidimos: esto es tremendo.
Hoy estoy entregada un libro que me hace pensar en la muerte, el dolor y la angustia. No estoy pensando en la cotidianidad absurda. Hoy me he entregado con pasión, como suele estarse ante la belleza entera.
Lo que no tiene nombre* me ha envuelto y no puedo soltarlo.
De Piedad Bonnet, Alfaguara 2013.
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