Anoche fuimos al Circo. Y me reí como loca. Cuando llegamos estaba el hombre que tiraba fuego y un trío de músicos-payasos tocaban esa maravillosa pieza que dice Tatata tatara, tatata tatatara, y que termina con un trompetazo al cielo.
Mauro Arévalo presentó anoche en el Museo de Antropología su documental Circo. Este trata de la vida circense y blablablá (puede leer del asunto acá, aquí, por acá y por este lado). En varios de estos rotativos dicen que se trata de mostrar "quiénes son, cómo viven, se educan, en qué lugar duermen, cuáles son los sueños y anhelos de quienes pasan su vida bajo la carpa ambulante del Circo".
El director del documental, Mauro, quien también es músico, se lanzó a contar una historia. Anoche estuvimos en la vida de la familia Ruiz. En la nota de El Diario de Hoy, Mauro comenta que "en la rama audiovisual, El Salvador explota la violencia y el tema de las pandillas de una forma grotesca". Apunta: "Hasta se escucha bonito que de otros países vienen para sacar documentales de las maras. Y si bien es un fenómeno social, no entiendo por qué debemos de tirarles flores. Más bien aquellos que trabajan de sol a sol y de lunes a lunes, estos merecen reconocimiento, esos merecen ser vistos por la sociedad".
Una historia... pero ¿qué historia contó Mauro? Creo que este documental es una maravillosa muestra de una contracorriente que debería alimentarse. En la sala se escuchaban risas... pero espere, que fue una divierta esta presentación. Primero, muestra del circo en la plaza del MUNA y todos hacíamos ¡Oh! de asombro cuando el hombre que tiraba fuego tomó fuego con la mano. Luego, los payasos nos escoltaron hasta las butacas. Después, una de las propulsoras del documental, Tatiana de la Ossa, se puso nariz de payaso y cuando Arévalo se presentó, el trío de payasos músicos celebró a lo grande con el Tatata tatara, tatata tatatara... (Luego hasta hubo un miniconcierto de la banda sonora del documental: Cimarrón).
¿Y el documental? Cuenta la vida, una vida, varias vidas... Ahora, creo que esta es una de esas poquísimas ocasiones en las que alguien cuenta algo de acá y no explota la lástima. Sí, en serio. Anoche lo que vi fue una familia con garra, gente feliz, orgullosa de su tipo de vida. Vi muchachos que practicaban sus rutinas con disciplina, vi chihuahuas estrellas. Vi ingenio. Contemplé la maravilla del ser humano y sus miles de ideas para hacer reír a un público ansioso de diversión porque en este extraño lugar (en el que miramos por las ventanas antes de salir por si están los muchachos que lo han asaltado a uno allá afuera) necesitamos divertirnos. Esta perra vida está muy seria. Para lástimas está la pobreza de mente...
No, no, no. Lo de Mauro era otra cosa. Cada quién tendrá sus opiniones sobre la realización, edición y demás carambadas técnicas (que son importantes, yo no digo que no). Sin embargo, el gran valor que encuentro es el relato. Uno maravilloso. Cuando fui al Circo, anoche, me divertí.
Para lástimas... No, queridos, no estamos para lastimerías... Basta por un minuto de decir que somos lo peor del mundo. Qué manía. Quisiera entender la mirada de los extranjeros (y varios connacionales) que producen/construyen narrativas culturales de este país, vaya, pase, está bien, se asombran por lo extravagante, lo pobrecita que es la gente... bueno, pues... variemos de vez en cuando, ¿no les parece?
Este salvadoreño contó la vida de otros salvadoreños y ninguno de ellos se miraba a sí mismo diciendo Pobrecito de mí, que no tengo casa, ni estudio... No. Yo vi la dignidad humana como jamás la he visto.
Anoche fui al Circo y me divertí. Y la otra vez que vea a Mauro le voy a pedir que se tome una foto conmigo para tenerla en una camarita chiquitita, en la que se ve por un agujerito y estamos allá al fondo... Felices de haber ido al Circo a ver los payasos.
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