Nacer (ser) niña es una maldición, dijo mi abuela una vez. Me ocupa hoy un recuento cinco casos, de esos que están en los libros y en películas que me gustan. Un chance para repensar este asunto de nacer con vagina.
Caso 1: Los hombres grises te roban el tiempo
Cuando leí Momo, de Michael Ende, entendí que una niña iba a salvar aquel sitio. Una niña heroína, ufff, eso sí que es fuerte. ¿Por qué no tenemos más heroínas? Tenerlas sería hermoso y maravilloso. Lo que me gustó de ese libro es que Momo tiene que luchar contra la desilusión, contra ser adulto, contra esos hombres grises que representan esta horrenda vida moderna que llevamos. Sí, ser heroína... es que es complicado porque no siempre la gente va a aceptar la idea de que una nena puede salvar el mundo... Y enumere la cantidad de héroes masculinos en contraposición de los femeninos.
Caso 2: Quiero tener ojos azules
Pecola era una niña negra que quería tener ojos azules. Eso es lo que narra Toni Morrison en "Blue Eyes". Esta es la triste historia, bellamente escrita, sobre cómo las niñas queremos, queríamos, alcanzar el ideal de belleza que es imposible. Porque yo, que soy morena, bajita y miope, también tuve mis tristes días en los que mi imagen del espejo era lo peor, y no porque fuera fea, sino porque no se parecía en nada a las revistas. Ser la niña que quieres ser... ¡jamás! Tienes que ser comedida, tranquila, reposada y blanca: con ojos azules. ¿Cuánta maldad radica en un filme o cualquier producto que nos esconde a las contra-belleza-comercial? Ser una niña como no lo son en las películas... eso está mal, dirán algunos.
Caso 3: Marjane, la niña rebelde
Persépolis es cómic que se volvió filme. Marjane retrata su vida de niña rebelde en un sitio en el que es imposible ser ambas cosas. Quizá las imágenes que más recuerdo son cuando está en el colegio de monjas y no tiene otra alternativa que adherirse a las estrictas normas y no puede expresar nada de nada. Luego, de adulta, se queja porque la policía de la moral la acusa de tongonearse en la calle, de ser hermosa, de ser... mujer. La niña-mujer siempre debe sentir vergüenza de su cuerpo. Este corrompe las almas puras de los hombres que los llevan a... todo lo atroz que se pueda pensar. Eso debe cambiar. Porque yo use minifalda no significa que lleve un rótulo: venta de cárnicos, deguste.
Caso 4: Él entra a tu habitación y mientras duermes te viola
De eso y mucho más se trata Ángel de la Guarda, interpretado por Naara Salomón. Dice su autor, Jorge Ávalos, que toma como punto de partido el caso de Katya Miranda. Se trata de un relato macabro contado por un ángel, en el que la niña cree, y que cuenta como testigo "eso" que ha pasado. Una niña se va... y la vida con ese suceso. ¿Quién cuida a las niñas? La representación de Naara como niña, ángel y mujer adulta es hermosa... y triste. Porque una llora por dentro, con ella, cuando explica eso de que alguien se meta a tu cama a robarte la inocencia, la vida, la alegría...
¿Pero siempre ha sido complicado ser niña? Sí, más o menos sí.
Caso 5: La niña pirata
El último trabajo artístico que hice se trata de una niña, Tamborina, que extraña a su padre, quien se ha ido de viaje por el mundo. ¿Qué tan complicado puede ser extrañar a un padre ausente, en general irresponsable por la educación de su hija? Porque al contrario del caso anterior, en el que un padre sí abusa de su hija, esta historia se trataba sobre lo triste que es para las niñas crecer sin un padre que sea el modelo de hombre que probablemente busquemos luego como pareja. Porque yo que sí tuve un padre muy "padre", como dirían los mexicanos, me parece que las mujeres sí necesitamos un hombre que nos enseñe la vida. Distancia, soledad: ¿qué tan diferente sería todo si tuviéramos todas (y todos) un padre que sí se ocupa?
Se me escapan infinidad de casos e historias, pero por lo pronto tengo estos cinco. Quiero repensar la ilusión que me provoca Momo y cuánto desangra el alma pensar en niñas como Katya. Quiero ilusionarme con que Tamborina por fin hará que su conjuro sí traiga de vuelta a su padre y que jamás sueñe, como Pecola, con ser otra, con tener otra cara. Las niñas se van, crecen y se convierten en mujeres. Y estas mujeres se convierten en madres... y generalmente estas madres son las que crían a esta sociedad completa porque en el país en el que vivo (y en general todos, porque la desgracia no es exclusiva) los papás no están, los maridos se van con otras, los novios solo quieren "llegar hasta dentro y sentirla", como bien describió uno de mis estudiantes, y los hermanos nos golpean en la cara. Las niñas se van... y es preciso hacer muchas cosas para que las mujeres conserven a su niña de adentro, esa que hace que recojamos flores cuando volvemos a casa.
¿Volverán las niñas a ser niñas? No lo sé.
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