Tendría yo entre 10 y 12 años cuando fuimos con mi familia a cosechar café. La finca se llamaba Las Delicias (me parece) y quedaba en las faldas del volcán de San Salvador. Ahora todo eso es pura urbanización. Era enero y hacía mucho frío. Recuerdo que íbamos todos en la familia con mucho entusiasmo que poco a poco se iba apagando cuando la respuesta de los adultos era la misma: "Todavía falta bastante". Nuestros pies estaban llenos de polvo y cansancio, pero sabíamos que era una aventura que queríamos emprender.
Vengo de una familia del campo, aunque yo crecí en una de esas ciudades con el ego hinchado porque una vez en la vida fueron la capital, pero ya no. Aun así, durante mi niñez los encuentros con las noches estrelladas, los aullidos de coyotes y los gatos en la cocina fueron frecuentes. Esa vez que fuimos al cafetal, íbamos todos: abuela, tíos y tías, primos (muuuchas primas), hermano, madre y padre. Ahí aprendí qué era una tarea, un surco, qué tipo de bayas de café había qué cortar y que el canasto empieza a pesar bastante cuando ya llegan las 10 de la mañana. Esos días jugamos mucho con los demás niños, recogimos café rojo y separamos en carpetas las bayas más bonitas con las que no valían la pena. También cargamos sacos de café y nos pagaron.
Eran días felices, días duros también. Y como con los cafetos, hay años en los que una planta se llena mucho de bayas rojas y otro año no, depende del clima, el cuidado humano y la sombra del "madrecacao". Eso me pasó el año pasado, fui una plantita que apenas dio un par de bayas rojas. Todas las demás estaban verdes, muy verdes, y así no se puede hacer un buen café. Sin embargo, he consultado a las brujas, en una tarde soleada en la playa, y vaticinan que este 2025 será un año de muy buena cosecha.
Cada año nos tiramos cartas, hoy tocó el tarot egipcio. |
Así, con el alma desnuda y acompañada de mis brujas-amigas que cuidan mi camino, invoco madrugadas de tranquilidad y paz mental para seguir escribiendo. He abierto mi escritorio y he acomodado cuidadosamente cada objeto para que me permita escribir, corregir, dibujar y pensar. El instrumental está listo y yo estoy dispuesta. El 2024 fue todo ese camino lleno de polvo que una vez recorrí, fue ese andar esperanzado (y desesperanzado también) para lograr algo. Hay días, meses y años así, en los que solo importa seguir avanzando.
A veces, casi siempre, solemos ser muy duras con nosotras mismas. Las mujeres escritoras con frecuencia creemos que debemos producir y producir para compensar (quizá) esos siglos de mutismo y negación. Sin embargo, no siempre es posible, no siempre el clima es adecuado, no siempre la planta tiene la fuerza, no siempre el cafeto está en flor. ¿Cuándo supe que se había acabado mi tiempo de incubación? Fue hasta hace unos días, les cuento.
Agenda regalona de escritorio, lapiceros coquetos, agenda de trabajo, cuadernos para creación y trabajo académico. |
Era domingo y me encontré con Andrea, una maravillosa bailarina de ballet y actriz, para prestarnos unos chunches de nuestra última obra de teatro. En el carro, iba una amiga de ella y me preguntó que cómo era eso de escribir. Yo le dije: "es como lo que ha hecho Andy, son muchos años de ejercicio y entrenamiento para que en un momento de cenitales con música de Tchaikovsky des un salto que te ha tomado años perfeccionar". Así es escribir también.
Me quedé pensando en eso largo tiempo. Han sido cientos de personas las que me han preguntado lo mismo y he contestado puras necedades intelectuales, pero ese día no. Ese día sentí que mi razonamiento brillaba con aquel símil tan sencillo y bello. Como el ballet y un buen café, hay que esperar mucho tiempo para que ese placer dure solo un instante. Este es mi momento y ya he recorrido el camino varias veces. Otra vez es enero y el ciclo reinicia, pero con brillos renovados. De estos días hacia adelante, habrá en esta cocina puro café de altura. He dicho.
Taza mañanera de té masala chai . |
P. D. No he vuelto a cosechar café, sin embargo, el calendario escolar de Centroamérica está pensado justamente para que toda la familia vaya a recoger el grano de oro que una vez hizo que este país brillara en el mercado internacional cafetero.
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