Ir al contenido principal

Una habitación propia

Cuando tenía 19 años leí Una habitación propia de Virginia Wolf. El responsable de aquel encuentro fue Don Paco. Cursaba por aquel entonces primer año de la universidad y estaba, como solemos estar, feliz de haber encontrado el charco en el que siempre quise estar. Eso de la vocación es una negociación constante con el azar. Primero está si uno trae el talento y supongamos que se tiene,  digamos, esto de escribir, entonces... ¿qué putas hacés con eso?

Cada día, con más o menos ejercicios, he procurado honrar eso que creo que es mi estrella. Mi gracia, como dicen las abuelas. Cuando leí Una habitación propia estalló en mi cabeza una marejada de ideas sobre cómo ser siempre esto que se supone que quiero ser. Lo que digo de mí de ningún modo es especial, ni siquiera exclusivo. Somos muchos los que estamos en medio de este circo en el que hacemos malabares para seguir en esto que nos gusta. Prometo que no volveré esto una confesión lastimera (ay, qué manía la que tenemos de derrochar culebrones).

Ayer estábamos con unos amigos en un café y cada uno comentaba lo que hacía en su otra vida... ¿la real? para sobrevivir. Para ganar plata, digamos. Algunos tienen un negocio aparte mientras son actores, actrices y directores. Los que escribimos solemos impartir clases, o sea, somos profesores. Ejercemos la tarea de "conducir" al mundo. A veces con dignidad, otras veces...

Para ganar el pan diario yo he dado clases de redacción. Es más, este recién 21 de mayo cumplí 10 años de ejercer la docencia. Y bueno, se me olvidó celebrar. No pasa nada. He sido feliz. Pero prosigo: los que estamos en esa labor sabemos que es jodido, mal pagado, estresante y desgastante emocionalmente. Hacés de docente, psicólogo, coaching, madre postiza y ogro.  Y a veces, siempre es bueno recordar, sí reconfortante y satisfactorio ver que por fin escriben bien sus oraciones temáticas. Repito: se cree de nosotros que debemos dar el todo por el todo, que es una profesión de amor... y lo es. Pero José José también tiene razón.

Por eso he vuelto a Virginia este fin de semana. Volví a su mundo, a sus mujeres y toda la vida contada en un solo día. Hoy volveré a su habitación propia y me atronaré en la mía, esa que me ha costado construir pero que ahora sí tengo. No desaprovecharé esta oportunidad magnífica el amor de mi vida (ese que duerme en la habitación del fondo y que le gusta Mary Blair) me ha regalado.

¿Qué puede hacer un escritor vacío? ¿Qué mundos puede crear un soñador desgastado? ¿Cuándo podrá el creador volver a sus pasos y reencontrar las pepitas que ha guardado en otros caminos? En el sentido más pragmático procuraré olvidar las jerigonzas que explican ausencias y reclamos. Olvidaré por un tiempo a los aprendices. Guardaré la gratitud como esa luz que me indicará que en otro tiempo volveré a este sitio que también amo. Por hoy partiré a otros sitios.

En mi habitación propia hay un escritorio, un archivero, una lámpara y una gata. En mi habitación propia están los libros que me llevan a otros universos y otros tantos que uso para volver a mi tierra herida de bala. Por ahora dejo las aulas un rato. He derrochado amor, amigos, he dado todo de mí pero por ahora vuelvo a mi cueva.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
¡Que llueva! ¡Que llueva! ¡Que Lorena está de cueva! ¡Que salga! ¡Que se encharque! ¡Que ahora vengo yo!

Entradas populares de este blog

Satisfaction

Voy en el cacharro que da la vuelta en la Jerusalén y que llega al centro de gobierno, y en el centro comercial snob ese, por el que mandaron al carajo mi parque para bicicleta, se suben dos chicos con guitarra en mano. Chicos tiernos, jugosos... no sé si crujientes. Habrá que ver. El líder tendrá 17, usa camisa a cuadros, celeste, arremangada, metida en el pantalón raído. Su guitarra ha batallado, ha gritado, ha murmurado. Es azul y color madera. El compañero parece más callado, se limita a hacer el punteo correcto de la canción. Dan gracias al cielo por un hermoso día, por la belleza de esta mañana. Parece que cantarán alabanzas, me digo, que no estaría mal. Con su saludo, anuncian su primera interpretación. 1) Satisfaction , de los Rolling Stones I can't get no satisfaction I can't get no satisfaction 'cause i try and i try and i try and i try I can't get no, i can't get no Y con su I try... I try sacan sonrisas, bajan la tensión, por un instante olvida uno que h...

Carta a Ana Vilma de Escobar

Señora Ana Vilma, permítame dejar de llamarle señora para que, como vos querés, te trate como se le trata al populacho: de vos. No te sintás ofendida por el voceo. Nosotros acá en la calle así somos. Anduve mirusquiando algunas fotos en las que aparecés, y quizá me permitiré explicarte un par de cositas. Como sos nueva en estos lares, pues no estaría mal que te consigás un asesor que venga de “abajo” para que te explique cómo va la cosa por acá. Como a nadie de tu campaña se le prendió el foco, o quizá sí consultaron Maquiavelo, pero no de la manera más precisa, entonces permitime comentar. Si Maquiavelo dice en El Príncipe que “te acerqués al pueblo”, que tus ministros, o vos, hablen su idioma, también tenés que tener en cuenta que acá abajo otro mundo es. Te muestro algunas acciones que quizá, quiero creer, hiciste con buena intención... pero que no fueron de agrado. Los choripanes Empezaste tu campaña para diputada con los choripanes de El chino. Un alimento bien apreciado por ...

La cosecha

Tendría yo entre 10 y 12 años cuando fuimos con mi familia a cosechar café. La finca se llamaba Las Delicias (me parece) y quedaba en las faldas del volcán de San Salvador. Ahora todo eso es pura urbanización. Era enero y hacía mucho frío. Recuerdo que íbamos todos en la familia con mucho entusiasmo que poco a poco se iba apagando cuando la respuesta de los adultos era la misma: "Todavía falta bastante". Nuestros pies estaban llenos de polvo y cansancio, pero sabíamos que era una aventura que queríamos emprender. Vengo de una familia del campo, aunque yo crecí en una de esas ciudades con el ego hinchado porque una vez en la vida fueron la capital, pero ya no. Aun así, durante mi niñez los encuentros con las noches estrelladas, los aullidos de coyotes y los gatos en la cocina fueron frecuentes. Esa vez que fuimos al cafetal, íbamos todos: abuela, tíos y tías, primos (muuuchas primas), hermano, madre y padre. Ahí aprendí qué era una tarea, un surco, qué tipo de bayas de café ha...