
Obrar desacertadamente. Errar. Equívoco. No cumplir con lo que se debe. Drae.
Trabajo como correctora de estilo en un periódico. Mi maestro lo llamó un trabajo humilde. Supongo que es así, que tenía razón. Trabajo con lo que me enseñó mi viejo cuando corregía mis álbumes de Ciencias Naturales (cuando puso la h en zanaoria) y con los manuales que llené en el colegio y en la universidad. Y leer, leer, sobre todo amar leer.
Este es un trabajo en el que todos se pueden equivocar menos nosotros: los correctores. Nos pagan para no equivocarnos. Nosotros, los correctores de estilo, limpiamos el ripio de los redactores. Como quien pule pisos.
Procuramos ver la lógica y estética. Somos unos degenerados que no soportamos los errores de ortografía en los rótulos de la calle, odiamos que la gente diga pienso de que... porque ese de es un error gravísimo que se llama dequeísmo. Lo más fatal para nosotros es una coma entre el sujeto y el predicado. Eso es matar una frase.
Detestamos irremediablemente que los que escriben no entrecomillen la cita de un personaje; peor aún, que olviden escribir quién lo dijo. Siempre decimos voy a verificarlo porque es la clave de nuestro trabajo: no dar nada por sentado. Somos obreros fieles de las palabras, las amamos y respetamos.
Nosotros, los correctores de estilo, conocemos los vicios recurrentes de quienes corregimos. Sabemos quién escribe con el simple hecho de ver un por que separado cuando debería ir unido: ese porque explicativo.
A veces, este trabajo humilde no es tan humilde como dice ser. Somos sabedores de los talones de Aquiles de cuanta humanidad se presenta ante nosotros en forma de texto. Nuestro gran pecado puede ser la soberbia.
Nos gusta regodearnos de tener mejores soluciones lingüísticas en tal noticia, nos reímos también de los errores garrafales o la falta de coherencia. Peor aun, miramos el nombre de quien escribe y ya de por sí nos persignamos de puro terror o respiramos de alivio. Decimos hay quienes tienen problemas mentales como chiste privado para reconfortarnos. Quizá tal fulano no estructuró con tino su noticia... o tuvo poco tiempo, aunque luego de leer la nota nos duela la cabeza, y nos lamentemos de haber perdido bastantes neuronas descifrando.
La contraparte infeliz es que nadie mira nuestros nombres, nadie sabe quiénes somos, y más de alguno nos mira con desprecio porque cree que aspiramos a ser redactores y que estamos en este sitio porque ni modo. Quizá, puede ser. No descartamos posibilidades. Quizá elegimos ser anónimos. Talvez nos guste leer alocadamente. No lo sé.
Algunos berrean fuerte si cambiamos una frase, sin mirar el antes del makeup extreme que hacemos. Sin ver que a ratos un texto necesita de esa cirugía mayor. Pero hay quienes no tienen remedio, hay que decirlo.
Tu trabajo se nota cuando no lo hacés, me dijo una vez un jefe antiguo. Eso es así. Nosotros no podemos equivocarnos porque
nadie protesta cuando salvamos una frase o dudamos de un dato y felizmente lo dejamos correcto. Ahí el cuento es maravilloso. Ahora bien, cuando se nos va la mirada o nos cansamos de leer, o el café deja de hacer efecto y se nos va un
errorcillo... ¡Sálvese quien pueda! Arde Troya.
Pero están los que nos agradecen, aquellos reporteros con quienes nos encanta trabajar, los que nos toman como su mano derecha para que ni una gallada (error) se vaya. Trabajar así da gusto. Nos sentimos felices ser sus guardaespaldas porque nos miman con sus explicaciones pacientes cuando no entendemos algo. Siempre dudamos, y ellos saben que ese es nuestro trabajo.
Por eso me siento culpable cuando me equivoco, por no ser perfecta. Algunos pueden salvarse el pellejo con una Fe de errata, pero nosotros no. Tenemos que aguantarnos la calamidad de que así se publicó, en titular de cuarto de página con una letra enorme: construído en lugar de construido, sin tilde, como debería.
Somos los correctores de estilo y no elegimos equivocarnos. Aunque de vez en cuando dan ganas de no mirar y dejar ir ese posisión patético o aquella tan celebrada frase de según explicaron las tortugas, esa con la que nos reímos tanto, para que los redactores lo piensen dos veces, para que tengan cuidado y no nos miren solo como los que limpian.
Si una tilde faltó, puede ser que nuestra mirada esté cansada... o quizá solo sea esa rebeldía que llevamos dentro, como para recordarles a los escritores que podemos equivocarnos a pesar de que nos pagan para no equivocarnos, para decirles: ustedes no son perfectos y nosotros tampoco.
Comentarios
Si que es un trabajo curioso el tuyo.
Bueno no escrivo mas por temor a cometer herrores!! jaja
Saludos, nos vemos pronto
¡Saludos, La Cenefa!
A mi particularmente no me molestaría que alguno de ustedes aspirara a redactor. No hace falta solo saber reportear, o preguntar bien sino saber escribir para hacer bien este oficio.
Ushh, pero espero no ser yo o uno de mi equipo los que te generan esos dolores de cabeza.
Y Hoy si que me dará mas pena al escribir :S Q trabajo tan importante el tuyo...talvz algún día hablamos y me ayudes con mis escritos:)
P.D. Me gusta como escribís, ya me hice follower XD
Admito de corazón q a veces descuidamos tanto, tu ojo clínico lo debe detectar a leguas!
Talvz algún día hablamos de negocios y me ayudas con mis escritos XD
P.D. Me gusta como escribes, ya me hice follower!