La gran desventaja (o maldición) de que una como mujer quiera tener un novio, amante, marido, esposo e incluso amigo en Latinoamérica es precisamente eso, que también sea latinoamericano.
El otro día tuve una discusión extraña con un familiar (demasiado) cercano. Hablábamos de que a un primo por fin lo habían contratado, que tendría mejores prestaciones y blablablá. Le pagarán a la semana y eso es bueno porque tiene una nena, me dice el Fulano. Yo contesté que como ahora estaban mejor económicamente lo mejor era que se proyectaran y se fueran (Ella, el primo y la nena) a vivir solos, que la tal tía los sobreprotegía demasiado. Todos los que estaban ahí corearon con un "Sí, que vivan solos".
Pero como no me quedé callada, luego añadí que ahora Ella podía hacer el esfuerzo de retomar sus estudios o hacer un turno de enfermería por la mañana. Porque Ella me dijo una vez que no quería dejar lo de la enfermería. El coro se quedó callado. Y luego gritaron:
-¡Cómo es posible que descuide a la niña!
-Solo es un turno -contesté-. En la tarde que cuide a la niña...
-No, porque eso depende de lo que decida el primo...
-O sea que ella no puede...
-Es que eso es cuestión de pareja -me dijeron-, y si el primo le dice: cuidame a la niña hasta los cinco años, Ella va a tener que hacerlo...
Luego me quedé callada, con la rabia por dentro porque con el Fulano no se puede razonar. Grita, y a mí así no me gustan los contrincantes.
Un par de minutos más tarde, como espada lancé un comentario contra la madre de Fulano y le dije a ella:
-Menos mal que usted nunca pensó así, si no, Fulano no estuviera donde está... ¡Huy! Hubiera terminado en una escuela pública si solo se queda usted a esperar el sueldito de su esposo...
Ella se quedó pasmada.
La madre de Fulano es trabajólica, de esas que no se dejan, que siempre aportó plata y que ser madre jamás le impidió trabajar en lo suyo. Llevaba las dos cosas como quería... Y ahora, paradójicamente, era parte de ese nefasto coro que me insultaba y que me decía que lo que yo pensaba era por ser "digna", como si eso fuera causa de vergüenza.
La discusión terminó como suelen terminar las discusiones importantes: en nada.
Dentro mío quedó un ardor terrible. Jamás pensé que uno de los de mi parentela iba a ser un cavernícola. Jamás me sentí tan cerca de la infelicidad. Me quedé muy decepcionada de que mis filiales legitimaran un sistema tan dañino para las mujeres.
¿Qué tendrá esta tierra que pueda ser tan terrible que aplaste tanto a los seres que la aman?
Quisiera pensar en que esa manera falocéntrica de ver el mundo está cambiando, que los que más estudian valoran lo que las mujeres queremos, que sí, probablemente querramos tener hijos pero que no es suficiente. Que sí, que nos gusta atender a los que amamos, pero que no somos sus esclavas. Que sí, que podemos protegernos solas, pero que también nos gusta que nos cuiden.
¿Para amar en Latinoamérica las mujercitas tan solo tenemos que obedecer? Y si es así, ¿la felicidad está hecha?
Amo Latinoamérica por extraña, por pasional.
Lo que no amo de ella son sus hombres abanderados por el machismo. (Por suerte no son todos, pero ¿dónde diablos están esos hombres buenos?)
Me duele que sea así, me duele tanto que sus mentes sigan apocadas, inertes. Obedecen los animales... con suerte, ¿pero nosotras?
Ahora lo que tengo es un miedo terrible, muy terrible, de ese que inmoviliza porque si este Fulano dijo lo que dijo con gritos como para callarme y aniquilarme... Si ese, familiar mío, me trató con desprecio y menospreció mis ideas...
¿Cómo serán los otros?
PD: A veces urge un contraargumento, que alguien grite, por favor.
El otro día tuve una discusión extraña con un familiar (demasiado) cercano. Hablábamos de que a un primo por fin lo habían contratado, que tendría mejores prestaciones y blablablá. Le pagarán a la semana y eso es bueno porque tiene una nena, me dice el Fulano. Yo contesté que como ahora estaban mejor económicamente lo mejor era que se proyectaran y se fueran (Ella, el primo y la nena) a vivir solos, que la tal tía los sobreprotegía demasiado. Todos los que estaban ahí corearon con un "Sí, que vivan solos".
Pero como no me quedé callada, luego añadí que ahora Ella podía hacer el esfuerzo de retomar sus estudios o hacer un turno de enfermería por la mañana. Porque Ella me dijo una vez que no quería dejar lo de la enfermería. El coro se quedó callado. Y luego gritaron:
-¡Cómo es posible que descuide a la niña!
-Solo es un turno -contesté-. En la tarde que cuide a la niña...
-No, porque eso depende de lo que decida el primo...
-O sea que ella no puede...
-Es que eso es cuestión de pareja -me dijeron-, y si el primo le dice: cuidame a la niña hasta los cinco años, Ella va a tener que hacerlo...
Luego me quedé callada, con la rabia por dentro porque con el Fulano no se puede razonar. Grita, y a mí así no me gustan los contrincantes.
Un par de minutos más tarde, como espada lancé un comentario contra la madre de Fulano y le dije a ella:
-Menos mal que usted nunca pensó así, si no, Fulano no estuviera donde está... ¡Huy! Hubiera terminado en una escuela pública si solo se queda usted a esperar el sueldito de su esposo...
Ella se quedó pasmada.
La madre de Fulano es trabajólica, de esas que no se dejan, que siempre aportó plata y que ser madre jamás le impidió trabajar en lo suyo. Llevaba las dos cosas como quería... Y ahora, paradójicamente, era parte de ese nefasto coro que me insultaba y que me decía que lo que yo pensaba era por ser "digna", como si eso fuera causa de vergüenza.
La discusión terminó como suelen terminar las discusiones importantes: en nada.
Dentro mío quedó un ardor terrible. Jamás pensé que uno de los de mi parentela iba a ser un cavernícola. Jamás me sentí tan cerca de la infelicidad. Me quedé muy decepcionada de que mis filiales legitimaran un sistema tan dañino para las mujeres.
¿Qué tendrá esta tierra que pueda ser tan terrible que aplaste tanto a los seres que la aman?
Quisiera pensar en que esa manera falocéntrica de ver el mundo está cambiando, que los que más estudian valoran lo que las mujeres queremos, que sí, probablemente querramos tener hijos pero que no es suficiente. Que sí, que nos gusta atender a los que amamos, pero que no somos sus esclavas. Que sí, que podemos protegernos solas, pero que también nos gusta que nos cuiden.
¿Para amar en Latinoamérica las mujercitas tan solo tenemos que obedecer? Y si es así, ¿la felicidad está hecha?
Amo Latinoamérica por extraña, por pasional.
Lo que no amo de ella son sus hombres abanderados por el machismo. (Por suerte no son todos, pero ¿dónde diablos están esos hombres buenos?)
Me duele que sea así, me duele tanto que sus mentes sigan apocadas, inertes. Obedecen los animales... con suerte, ¿pero nosotras?
Ahora lo que tengo es un miedo terrible, muy terrible, de ese que inmoviliza porque si este Fulano dijo lo que dijo con gritos como para callarme y aniquilarme... Si ese, familiar mío, me trató con desprecio y menospreció mis ideas...
¿Cómo serán los otros?
PD: A veces urge un contraargumento, que alguien grite, por favor.
Comentarios
Como siempre muchos saludos y, por favor, regalános más frecuentemente tu verbo de oro, si la explotación laboral lo permite.
irracionales...
pero en este caso tienen que haber dos para las situación.. así que también tienen por igual culpa, las mujeres que permiten que suceda.