Uno llega al espacio escénico y debe crear algo. No ver qué puede pasar.
La premisa es provocar en ese lugar, usar y hacer vida ahí. Las cosas nos suceden, se trata de padecer cada segundo en escena. Eso es instalarse.
Ese lugar, el teatro, no es más que una vitrina: soy carne a la venta. Soy un panqué salado. Soy un bollo dulce. Soy todo lo que me pueda permitir y esta tarde estoy en oferta, pero no es suficiente. Tengo que hacer méritos para que los que ven, me lleven y se vayan con esa agradable sensación de que es lo mejor que han probado en sus vidas; porque de lo contrario lo único que quedará es esa ansiedad de que no fue lo que esperaban.
El escenario es el paraíso, el infierno, la calle muerta.
Es todo.
(¿Cuánto se puede imaginar? )
Comentarios
Sin ir más lejos, Don Paco (con en Don en mayúsculas que lo eleva a ese estado de santidad) era todo un actorazo. Cuando iba a verlo, solo de eso hablábamos, de ahí que el amor por las tablas y el exhibicionismo jamás merme. Primores, Augusto.