La chica volvió con las manos vacías. Con su cabello lacio, negro y peinado a raya lateral ladeó la cabeza y me dijo que no había hallado nada en la biblioteca. La miré con no sé qué incredulidad y osadía (porque ella era infinitamente más alta que yo) y le dije que era ¡Imposible! que volviera sin algo. Vaya, yo sé que no es la biblioteca del Congreso, ni de España, Inglaterra... ¡Pero algo hay!
Es que no hallé nada, me volvió a decir entre jadeos de cansancio por haber atravesado un campo terroso bajo el sol mañanero y, de ribete, tropical.
Es que no puede entrar sin libros, le repetí. Entonces, ella, vencida, dijo que volvería. Que si cambiaba de tema (para escribir). Pues claro, le contesté. Sea práctica. Arrastró lo que quedaba de ella, bajó dos pisos, atravesó el parqueo, las gradas, otro pasillo...
Sí, escribir también es cansado y eso lo comprobó la chica porque volvió con tres enormes libros que seguramente pesaban... no sé, como tres ladrillos de barro rojo, o dos ladrillos saltex, o viga pequeña de madera maciza... o un banco de dibujo...
Porque según ellos (y otros más innombrables a los que voy a ver de vez en cuando) todo sale de la cabeza. Claro, según ellos, la inspiración está ahí aletargada... porque según ellos, hay un soplo (mundano) que nos dicta las palabrerías torpes que a veces nos salen de... de cualquier otro sitio que no es el alma porque ahí quién sabe qué hay. Aunque dicen las señoras que rezan en mi cuadra que del alma salen solo cosas buenas. Quién sabe, hasta ahora no he visto nada maravilloso que solo haya sido escrito por el alma (entiéndase sin entrenamiento).
La desestimación del esfuerzo en la generación de tareas tan básicas como escribir una opinión (de cualquier tontería que uno pregunte) sí que puede catalogarse como pandemia. Plaga, sí, eso. ¡La octava plaga mundial! No, ya sé. Es un defecto expandido que se hereda por aprendizaje. Porque a holgazanear también se aprende. Si no, miren cuánta gente sufre una metamorfosis cuando entra al gobierno: a. G.*: trabajaba y se quedaba hasta después del timbre para entregar todo; d. G: entra tarde y en una semana hace lo que podría hacer en un día.
Si hay algo imperante en esta sociedad es la estimación desmedida al talento no cultivado. Aquí se tiene la idea errónea que lo producido con mayor esfuerzo no es auténtico. ¡Pero vamos!
Ah, claro, ahora entendemos por qué todo está como está.
Esperar a que las palabras salgan solitas (inspirarse), no leer ni papa, no buscar más allá de Wikipedia, no hacer los ejercicios, ofenderse porque se les pregunta directamente, decirles que lo que dicen no dice nada, que lo que escriben no dice nada...
¡Se traumatizan! ¡No se valora su esfuerzo. (Y yo me digo: ¿cuál?) ¡Ay, es un atentado a la autoestima!
¿Y mi autoestima? ¿Quién me defiende de tantos textos horrorosos? ¡Nadie! Por qué felicitar esas participaciones vagas y sin sentido. Por qué... qué se yo. Me abruman mis quejas.
Por eso hoy devolví a todos los chicos de la clase a la biblioteca. No dejé pasar a nadie sin sus libros. (Y algunos sinvergüenza jamás habían ido a una biblioteca.) Porque si hay algo que me es insoportable es ver a un chico que no se esfuerza.
Se me ocurría, en un mundo idílico, que si yo tuviera algún amigo en el Ministerio de Ingeniería Genética le diría que propusiera una ley y acto seguido su aplicación. El presidente, como es mi sueño, sería más o menos listo, entonces diría que sí, porque así garantizaría lo único vendible en este sitio (la gente). He ahí el resumen:
Delito: no esforzarse
Pena: asignación de nueva tarea biológica
En fin, he ahí mis sueños de escritorio. (Después dicen que algunos tenemos ideas violentas. Cortesías, créanme, cortesías.) Por cierto, las musas no existen.
PD: (Y si usted tiene una... Bueh, tráigamela para platicar con ella y preguntarle que dónde se emborracha tanto porque no se nota que trabaje.)
*a. G.-d. G: antes y después del Gobierno.
Es que no hallé nada, me volvió a decir entre jadeos de cansancio por haber atravesado un campo terroso bajo el sol mañanero y, de ribete, tropical.
Es que no puede entrar sin libros, le repetí. Entonces, ella, vencida, dijo que volvería. Que si cambiaba de tema (para escribir). Pues claro, le contesté. Sea práctica. Arrastró lo que quedaba de ella, bajó dos pisos, atravesó el parqueo, las gradas, otro pasillo...
Sí, escribir también es cansado y eso lo comprobó la chica porque volvió con tres enormes libros que seguramente pesaban... no sé, como tres ladrillos de barro rojo, o dos ladrillos saltex, o viga pequeña de madera maciza... o un banco de dibujo...
Porque según ellos (y otros más innombrables a los que voy a ver de vez en cuando) todo sale de la cabeza. Claro, según ellos, la inspiración está ahí aletargada... porque según ellos, hay un soplo (mundano) que nos dicta las palabrerías torpes que a veces nos salen de... de cualquier otro sitio que no es el alma porque ahí quién sabe qué hay. Aunque dicen las señoras que rezan en mi cuadra que del alma salen solo cosas buenas. Quién sabe, hasta ahora no he visto nada maravilloso que solo haya sido escrito por el alma (entiéndase sin entrenamiento).
La desestimación del esfuerzo en la generación de tareas tan básicas como escribir una opinión (de cualquier tontería que uno pregunte) sí que puede catalogarse como pandemia. Plaga, sí, eso. ¡La octava plaga mundial! No, ya sé. Es un defecto expandido que se hereda por aprendizaje. Porque a holgazanear también se aprende. Si no, miren cuánta gente sufre una metamorfosis cuando entra al gobierno: a. G.*: trabajaba y se quedaba hasta después del timbre para entregar todo; d. G: entra tarde y en una semana hace lo que podría hacer en un día.
Si hay algo imperante en esta sociedad es la estimación desmedida al talento no cultivado. Aquí se tiene la idea errónea que lo producido con mayor esfuerzo no es auténtico. ¡Pero vamos!
Ah, claro, ahora entendemos por qué todo está como está.
Esperar a que las palabras salgan solitas (inspirarse), no leer ni papa, no buscar más allá de Wikipedia, no hacer los ejercicios, ofenderse porque se les pregunta directamente, decirles que lo que dicen no dice nada, que lo que escriben no dice nada...
¡Se traumatizan! ¡No se valora su esfuerzo. (Y yo me digo: ¿cuál?) ¡Ay, es un atentado a la autoestima!
¿Y mi autoestima? ¿Quién me defiende de tantos textos horrorosos? ¡Nadie! Por qué felicitar esas participaciones vagas y sin sentido. Por qué... qué se yo. Me abruman mis quejas.
Por eso hoy devolví a todos los chicos de la clase a la biblioteca. No dejé pasar a nadie sin sus libros. (Y algunos sinvergüenza jamás habían ido a una biblioteca.) Porque si hay algo que me es insoportable es ver a un chico que no se esfuerza.
Se me ocurría, en un mundo idílico, que si yo tuviera algún amigo en el Ministerio de Ingeniería Genética le diría que propusiera una ley y acto seguido su aplicación. El presidente, como es mi sueño, sería más o menos listo, entonces diría que sí, porque así garantizaría lo único vendible en este sitio (la gente). He ahí el resumen:
Delito: no esforzarse
Pena: asignación de nueva tarea biológica
Y el presidente diría algo así:
Señores ingenieros genéticos: Instalen a todo neonato un dispositivo que, cuando ese humano ya formado deje de aprender, empiece a negarse y sus ideas se fosilicen, haga implosión para que quede solo polvo apropiado para usos agrícolas.Luego de eso, porque el discurso también será transmitido en directo, todo el mundo... ¿aplaudiría? ¿O ellos mismos se tirarían de la Puerta del Diablo?
En fin, he ahí mis sueños de escritorio. (Después dicen que algunos tenemos ideas violentas. Cortesías, créanme, cortesías.) Por cierto, las musas no existen.
PD: (Y si usted tiene una... Bueh, tráigamela para platicar con ella y preguntarle que dónde se emborracha tanto porque no se nota que trabaje.)
*a. G.-d. G: antes y después del Gobierno.
Comentarios
Te sonará a costumbre, pero te felicito sinceramente por poner las cosas tal cual son. Ahora, si me disculpás, me voy a leer a Escobar Galindo, jeje...
Primores, amantísima.