Me gustan las palabras mías, las que son para mí, las que nadie más escucha, las que nadie más lee.
Me gusta que en días no comunes, como hoy, me digan mi nombre sin que nadie más se fije en cómo pronuncias las palabras. Me gusta usar ese nuestro código, con nuestras historias ya idas que nos han dejado aquí, tan lejos y tan cerca.
Para ti, ustedes también, tengo una puerta abierta. Lamento anunciarles que la entrada es estrecha. Quizá les incomode un poco que en este pasadizo no quepan maletas, máscaras, artilugios...
Para eso la dejé abierta tan solo un poco, para que solo tu infinita alma pase por ahí, para que el ruido de la calle no nos turbe. Porque los días me gusta vivirlos de a poco.
He decidido tomarme estos días de silencio para mirar con tranquilidad. No quiero que el torbellino me atrape, no quiero que los gritos desaforados me arranquen este gusto que tengo por las palabras honestas. Quiero que esta soledad vaya poblándose de palabras amables, de sonrisas mías, de abrazos con brazos.
¿Por qué he de seguir el torbellino? ¿Por qué he de entregarme a las palabras vacías de gentes que día con día reconozco menos quiénes son?
Perdóname, perdónenme, si mi silencio perturba. Es que mis días los quiero vivir sin gritos.
Me gusta que en días no comunes, como hoy, me digan mi nombre sin que nadie más se fije en cómo pronuncias las palabras. Me gusta usar ese nuestro código, con nuestras historias ya idas que nos han dejado aquí, tan lejos y tan cerca.
Para ti, ustedes también, tengo una puerta abierta. Lamento anunciarles que la entrada es estrecha. Quizá les incomode un poco que en este pasadizo no quepan maletas, máscaras, artilugios...
Para eso la dejé abierta tan solo un poco, para que solo tu infinita alma pase por ahí, para que el ruido de la calle no nos turbe. Porque los días me gusta vivirlos de a poco.
He decidido tomarme estos días de silencio para mirar con tranquilidad. No quiero que el torbellino me atrape, no quiero que los gritos desaforados me arranquen este gusto que tengo por las palabras honestas. Quiero que esta soledad vaya poblándose de palabras amables, de sonrisas mías, de abrazos con brazos.
¿Por qué he de seguir el torbellino? ¿Por qué he de entregarme a las palabras vacías de gentes que día con día reconozco menos quiénes son?
Perdóname, perdónenme, si mi silencio perturba. Es que mis días los quiero vivir sin gritos.
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