Debo confesar que me he librado de innumerables catástrofes a fuerza de capitalizar desastres ajenos. A fuerza, también, de rendir culto a ciertos humanos.
Sobre los altares que he construido en mi vida, que he desmontado en mis contables mudanzas y que he vuelto a erigir, siempre pongo una página con las frases de tal o cual fulano, vivo o muerto, para que me recuerde dónde está el norte.
Las buenas brújulas no las venden en ningún sitio. Debe una tener un golpe de suerte tremendo para que en medio de toda esta turbulenta vida un ser humano con sentido común entrenado tenga la misericordia de decirte: «Por ahí no, que se desbarranca y se mata».
¡Ah!, pero no todo acaba ahí, quizá algo más trascendental (y eficaz) que la buena brújula es ejecutar un verbo con tal precisión que dé miedo. Es-cu-char. (Porque sin eso, nada pasa.)
Me atrevo a confesar que el pánico al precipicio me ha obligado a detenerme en medio de los torbellinos en los que suelo meterme y que justamente ese miedo (desmedido) es el que me dice: si sigues corriendo, te destrompás. Entonces, como a mí el dolor no me gusta, pues me paro en seco.
Los altares en mi vida son maestros sabios, también son amigos nobles, son también mujeres débiles con heridas abiertas, son madres enajenadas, son padres muertos vueltos santos. Amigas con la vida hecha jirones. Amigos descorazonados. Historias tristes (desastrosas) que he hecho mías para no repetirlas jamás.
Entre mi biblioteca de santerías y mantras tengo frases memorables que me han librado del caos. Frases tan humanas que en el plano del amor, el estudio, la vida, el dinero y el placer han hecho de mi vida algo menos desastroso de lo que pudo ser.
Dejo algunas que en más de una ocasión me salvaron y otras tantas que me hicieron feliz:
Siga su vocación (porque si no, ¿para qué vivir?)
Lea, lea, lea. Lea la escuela (y allá iba yo a leer a los rusos.)
Escriba como si su vida dependiera de ello (cuando siento que me muero, escribo)
No te compliqués, hacé lo que a vos te guste (y acabé escribiendo y no siendo contadora pública)
Dejá a ese hijueputa (lo dejé y fui feliz)
Esa es de peligro, mejor sé amable (y la infeliz esa no me hizo daño)
Pensá primero lo que vas a decir (después que conté hasta cien, me mordí la lengua, todo estuvo mejor: ¿arreglaré el mundo peleando por tonterías?)
Contá bien (y ya sabrán ustedes, los chillidos ni se asoman)
Fijate que sea atento (Porque ¿para qué quiere una un sujeto que sea chofer, semental, macho y todo lo que se quiera menos un humano?)
Vos gozátelo. (¡salud y buen provecho!)
Escribí en listas todo lo que tenés, querés y deseás hacer. (así cumplo, amo y me place hacer mis actividades)
No tengás miedo (porque ese te paraliza, mejor preparate para el desastre.)
La cortesía es la norma más fácil de socialización humana (y así uno consigue todo lo que quiere porque hablarle mal a las secres es correr peligro)
En el trabajo es mejor que te digan zocada que puta. (Esa es ley, ¡ah, pueblerino continente!)
No se mate por los que no quieren aprender, mejor viva para quienes sí quieren.
No sufra.
¿Para qué les vas a hablar si no tenés nada qué decirles? (eso es ir contra la hipocresía)
Si alguna le gustó, agárrela, que son para regalar.
PD: Gracias a toda esa gente maravillosa que deja que su brillantez se desparrame por nuestros caminos.
Sobre los altares que he construido en mi vida, que he desmontado en mis contables mudanzas y que he vuelto a erigir, siempre pongo una página con las frases de tal o cual fulano, vivo o muerto, para que me recuerde dónde está el norte.
Las buenas brújulas no las venden en ningún sitio. Debe una tener un golpe de suerte tremendo para que en medio de toda esta turbulenta vida un ser humano con sentido común entrenado tenga la misericordia de decirte: «Por ahí no, que se desbarranca y se mata».
¡Ah!, pero no todo acaba ahí, quizá algo más trascendental (y eficaz) que la buena brújula es ejecutar un verbo con tal precisión que dé miedo. Es-cu-char. (Porque sin eso, nada pasa.)
Me atrevo a confesar que el pánico al precipicio me ha obligado a detenerme en medio de los torbellinos en los que suelo meterme y que justamente ese miedo (desmedido) es el que me dice: si sigues corriendo, te destrompás. Entonces, como a mí el dolor no me gusta, pues me paro en seco.
Los altares en mi vida son maestros sabios, también son amigos nobles, son también mujeres débiles con heridas abiertas, son madres enajenadas, son padres muertos vueltos santos. Amigas con la vida hecha jirones. Amigos descorazonados. Historias tristes (desastrosas) que he hecho mías para no repetirlas jamás.
Entre mi biblioteca de santerías y mantras tengo frases memorables que me han librado del caos. Frases tan humanas que en el plano del amor, el estudio, la vida, el dinero y el placer han hecho de mi vida algo menos desastroso de lo que pudo ser.
Dejo algunas que en más de una ocasión me salvaron y otras tantas que me hicieron feliz:
Siga su vocación (porque si no, ¿para qué vivir?)
Lea, lea, lea. Lea la escuela (y allá iba yo a leer a los rusos.)
Escriba como si su vida dependiera de ello (cuando siento que me muero, escribo)
No te compliqués, hacé lo que a vos te guste (y acabé escribiendo y no siendo contadora pública)
Dejá a ese hijueputa (lo dejé y fui feliz)
Esa es de peligro, mejor sé amable (y la infeliz esa no me hizo daño)
Pensá primero lo que vas a decir (después que conté hasta cien, me mordí la lengua, todo estuvo mejor: ¿arreglaré el mundo peleando por tonterías?)
Contá bien (y ya sabrán ustedes, los chillidos ni se asoman)
Fijate que sea atento (Porque ¿para qué quiere una un sujeto que sea chofer, semental, macho y todo lo que se quiera menos un humano?)
Vos gozátelo. (¡salud y buen provecho!)
Escribí en listas todo lo que tenés, querés y deseás hacer. (así cumplo, amo y me place hacer mis actividades)
No tengás miedo (porque ese te paraliza, mejor preparate para el desastre.)
La cortesía es la norma más fácil de socialización humana (y así uno consigue todo lo que quiere porque hablarle mal a las secres es correr peligro)
En el trabajo es mejor que te digan zocada que puta. (Esa es ley, ¡ah, pueblerino continente!)
No se mate por los que no quieren aprender, mejor viva para quienes sí quieren.
No sufra.
¿Para qué les vas a hablar si no tenés nada qué decirles? (eso es ir contra la hipocresía)
Si alguna le gustó, agárrela, que son para regalar.
PD: Gracias a toda esa gente maravillosa que deja que su brillantez se desparrame por nuestros caminos.
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