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Dadme un sobrero, y seré otra

Hace días, cuando entré a esa habitación una mujer de ojos azules y cabello castaño me pidió que fuera una vendedora. Tomé el basurero que estaba ahí y me lo puse en la cabeza. Sin saber cómo un pregón fortísimo salió de mi garganta.
Esa fue mi audición para entrar al grupo de teatro del colegio. Más tarde, hice voces de caballo, vestí a las hijas de Bernarda Alba, cargué con vestidos y fui una mujer en "equilibrio". Ahí me convertí en jefe militar, con los zapatos de mi hermano, fui un zorro dispuesto a ser domesticado también.

En la universidad, la vida de mujeres y hombres me atravesó el alma. Ladrón escurridizo fui. Prostituta. Criada de las Sabihondas. La madre loca de un pueblo sombrío y desdichado. Fui, además, cantante carnavalera, fui una mujer dolida, triste, sola. Fui las voces de la mujer que gritó de placer durante un masaje. He sido rey y mendigo. He sido, por lo demás, actriz de esta vida "normal". También juego mi papel de profesora "estricta". Fui, además, el silencio de un baile. Abrazos fluidos. Gritos ahogados. Alegrías eternas.

En las tablas fui tantas cosas. ¿Por qué he de conformarme con ser tan solo una? Dadme una manta, un sombrero, que hoy quiero ser otra.

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