
No, entonces me corregiré y voy a decirme que soy estúpida y descuidada porque el pretérito es algo bien cruel. Entonces, mientras las gotas de la lluvia caen en el techo pensaré en que "era" no es la palabra apropiada. Diré "son" y me prometeré como quien hace un contrato infantil que siempre será en presente, que por mis venas corren sus palabras, que quisiera que sus fantasmas me azotaran la tristeza.
En un chasquido volveré al aula B-24 y Aníbal Meza me volverá a asignar Diario de una buena vecina, y entonces le repetiré que lo he odiado, que es maravilloso, pero que odiaré siempre internarme en ese mundo grotesco... y diré diez años después que esas imágenes que yo creé con palabras ajenas jamás se irán de mi mente. Nadine, Nadine...
Mi infancia tardía se me hará agua, hervirá y con chocolate en tabletas se volverá bebida de dioses. Mi infancia me la dio Matute. Y corrimos por el río y le gritamos a los caballos. Los árboles, María, se inclinarán y me dejarán que les cuente mis cuentos...
También seré Sula por dos noches. La primera noche lloraré por mis opaquedades y trataré de que los rubíes sean mis labios y jamás olvidaré los pasos lentos que por las noches le arrancaban a aquella muchacha la tranquilidad. Y los niños que muerieron en el coche jamás dejarán de susurrarme atrocidades... y las monjas muertas, Toni, siempre gritarán sus rosarios...
La segunda noche...
Se me van ellas... se me va la vida. No. Entonces corregiré mi tiempo verbal de nuevo y diré que mil vidas de mil mujeres las he vivido con ellas. Con las que escriben. Y sus cuerpos se degradarán y entonces...
Entonces llegará la segunda noche y será un mañana de sábado. El señor del estudio de foto mirará a Toni y, como con ella, también iluminará mi cabello afro. Y jamás olvidaré qué es estar bajo las luces. Pensaré en las trenzas de Toni y que el hombre que me retrata querrá que para la eternidad me sienta como ellas, como las que escriben.
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