Como cable ha pasado a ser dominio de los presentadores con actitud (entre la grotesca sexualidad y los hombres tatuados que están bravos todo el tiempo), pues nosotros ya no lo vemos. Además, como soy algo introvertida la gente tan escandalosa me cansa y salgo corriendo. Tampoco vamos mucho al cine en estos días porque las pelis están horribles. (Ahora viene la cantaleta de que tengo pretensiones y que soy intelectualoide y blablablá. Diga lo que quiera, pero las pelis están feas).
A mí lo que me gustan son las buenas historias. Como a todos nos puede gustar la buena comida o una buena camisa, o un par de jeans que duran y sirven para todo. Y lo bueno es subjetivo. Fin de las disculpas.
Ayer vimos en casa Rear Window. Y todos adoramos a Hitchcock, que fue grande y todo el lenguaje engolado de una crítica cinéfila. Ahora, yo no soy crítica (lea algunas acá y aquí), pero me parece necesario este ejercicio porque escribo, porque vivo de las tramas, porque las buenas historias son negocio.
Hitchcock tenía un olfato increíble para las tramas y las historias. Esta es espectacular. Jamás había visto una película tan voyeurista como esta. Porque a todos nos gusta mirar lo que hacen los vecinos. A nosotros desde que nos asaltaron hemos tomado casi como parte del protocolo de vida mirar la actividad vecinal. Sé que el señor de la tienda sale los días laborales a las 5:30 a. m. a sacar las bancas y siempre que puede se sienta hasta tipo 10:00 p. m. con los borrachos locales. Luego, como a las 6:00, lava su carro para el trabajo. Es taxista pirata. Sé que los vecinos de más allá salen a cocer el maíz a casi media calle, y que todos los jueves tienen culto. La señora de más abajo sale todos los días con un perrito rubio.
Mirar vecinos y descubrir un crimen. Esa es la historia. Ahora, lo que llama poderosamente mi atención es la magnificencia de tener a los espectadores metidos en una habitación como lo hizo con James Stewart (L. B. Jefferies, fotógrafo profesional en el filme). Pienso en la producción, en el dinero no malgastado en locaciones y transporte. Pienso en la tranquilidad de los camarógrafos y del director (famoso por odiar rodar en exteriores) al tener todo controlado: luces, movimientos, entradas, salidas. Es un gran set (carísimo, pero no tanto como un Titanic). Y ayer bromeábamos que las habitaciones de los vecinos tenían que ser extremadamente pequeñas como para ver a Geogine Darcy estirar la pierna y tocar casi el techo (Miss Torso en la peli).
¿Se puede filmar solo en interiores y que la historia siga siendo interesante? ¿No necesitamos un océano titánico o un mar a cuenta de un diluvio bíblico para causar interés (y la cantidad de gente en computadoras para hacer eso creíble)? Puede que no: estuvimos atentos con Rope y en 12 angry men. Sí, todas películas viejas, de antaño. Viejeras les decimos en casa. Todas de hace unos sesenta años porque el cine antes tenía otro ritmo... y quizá debamos pensar en ello (los que escribimos, producimos, dirigimos... en estos sitios.)
Otra cosa que me gusta de las viejeras es la actuación. Stewart permanece sentado casi toda la película. ¿Qué de interés puede tener un protagonista así? Todo. Es un fotógrafo que vive de observar, y ahora, genera intriga en su novia (Grace Kelly) y en la enfermera que atiende su convalecencia, Stella. Toda la actividad radica en el miedo interior, en la manifestación discreta del horror. El escritor del cuento, el guionista y el director hacen algo maravilloso: en la limitación de no poder hacer nada radica toda la fuerza escénica. Stuart está sentado, con la pierna rota... ¡Sin hacer nada más que mirar! Los demás deben solucionar todo. Un amigo detective, que no le cree, averigua, su novia lo ayuda en pequeñas misiones. La enfermera ayuda a la novia y todos desde la ventana contemplan el crimen que ha sucedido al otro lado. (Huy, también matan a un perrito.)
¿Por qué traigo a colación estos dos aspectos? Porque los que escribimos tenemos que pensar en producción, en perfiles de actuación, tipos de actores y, sinceramente, creo que ese tipo de cine, de historias y de producción son algo bastante viable para nosotros, que siempre estamos sin plata para todo lo que soñamos.
Tengo un amigo que me dice siempre que escriba una historia con máximo dos personajes, sin mucho diálogo y en una locación. Otro amigo de otra productora, me dicen, no lee nada que no pueda filmar. Y yo escribo en teatro personajes que yo misma puedo hacer, pensando en cómo diablos los de utilería y escenografía van a resolver. Nunca hay plata y eso es una realidad.
Pensar en la diversidad, en un propio lenguaje. Referencias y transformación. Descubrir nuestras historias... De esto se trata realmente este texto.
Por eso me gustan las viejeras, porque hay mucho que enseñan. Porque las historias son buenas, porque sueño con una sitcom en la que, como Hechizada, todo sucede en casa y aún así sigue siendo mágica.
A mí lo que me gustan son las buenas historias. Como a todos nos puede gustar la buena comida o una buena camisa, o un par de jeans que duran y sirven para todo. Y lo bueno es subjetivo. Fin de las disculpas.
Ayer vimos en casa Rear Window. Y todos adoramos a Hitchcock, que fue grande y todo el lenguaje engolado de una crítica cinéfila. Ahora, yo no soy crítica (lea algunas acá y aquí), pero me parece necesario este ejercicio porque escribo, porque vivo de las tramas, porque las buenas historias son negocio.
Hitchcock tenía un olfato increíble para las tramas y las historias. Esta es espectacular. Jamás había visto una película tan voyeurista como esta. Porque a todos nos gusta mirar lo que hacen los vecinos. A nosotros desde que nos asaltaron hemos tomado casi como parte del protocolo de vida mirar la actividad vecinal. Sé que el señor de la tienda sale los días laborales a las 5:30 a. m. a sacar las bancas y siempre que puede se sienta hasta tipo 10:00 p. m. con los borrachos locales. Luego, como a las 6:00, lava su carro para el trabajo. Es taxista pirata. Sé que los vecinos de más allá salen a cocer el maíz a casi media calle, y que todos los jueves tienen culto. La señora de más abajo sale todos los días con un perrito rubio.
Mirar vecinos y descubrir un crimen. Esa es la historia. Ahora, lo que llama poderosamente mi atención es la magnificencia de tener a los espectadores metidos en una habitación como lo hizo con James Stewart (L. B. Jefferies, fotógrafo profesional en el filme). Pienso en la producción, en el dinero no malgastado en locaciones y transporte. Pienso en la tranquilidad de los camarógrafos y del director (famoso por odiar rodar en exteriores) al tener todo controlado: luces, movimientos, entradas, salidas. Es un gran set (carísimo, pero no tanto como un Titanic). Y ayer bromeábamos que las habitaciones de los vecinos tenían que ser extremadamente pequeñas como para ver a Geogine Darcy estirar la pierna y tocar casi el techo (Miss Torso en la peli).
¿Se puede filmar solo en interiores y que la historia siga siendo interesante? ¿No necesitamos un océano titánico o un mar a cuenta de un diluvio bíblico para causar interés (y la cantidad de gente en computadoras para hacer eso creíble)? Puede que no: estuvimos atentos con Rope y en 12 angry men. Sí, todas películas viejas, de antaño. Viejeras les decimos en casa. Todas de hace unos sesenta años porque el cine antes tenía otro ritmo... y quizá debamos pensar en ello (los que escribimos, producimos, dirigimos... en estos sitios.)
Otra cosa que me gusta de las viejeras es la actuación. Stewart permanece sentado casi toda la película. ¿Qué de interés puede tener un protagonista así? Todo. Es un fotógrafo que vive de observar, y ahora, genera intriga en su novia (Grace Kelly) y en la enfermera que atiende su convalecencia, Stella. Toda la actividad radica en el miedo interior, en la manifestación discreta del horror. El escritor del cuento, el guionista y el director hacen algo maravilloso: en la limitación de no poder hacer nada radica toda la fuerza escénica. Stuart está sentado, con la pierna rota... ¡Sin hacer nada más que mirar! Los demás deben solucionar todo. Un amigo detective, que no le cree, averigua, su novia lo ayuda en pequeñas misiones. La enfermera ayuda a la novia y todos desde la ventana contemplan el crimen que ha sucedido al otro lado. (Huy, también matan a un perrito.)
¿Por qué traigo a colación estos dos aspectos? Porque los que escribimos tenemos que pensar en producción, en perfiles de actuación, tipos de actores y, sinceramente, creo que ese tipo de cine, de historias y de producción son algo bastante viable para nosotros, que siempre estamos sin plata para todo lo que soñamos.
Tengo un amigo que me dice siempre que escriba una historia con máximo dos personajes, sin mucho diálogo y en una locación. Otro amigo de otra productora, me dicen, no lee nada que no pueda filmar. Y yo escribo en teatro personajes que yo misma puedo hacer, pensando en cómo diablos los de utilería y escenografía van a resolver. Nunca hay plata y eso es una realidad.
Pensar en la diversidad, en un propio lenguaje. Referencias y transformación. Descubrir nuestras historias... De esto se trata realmente este texto.
Por eso me gustan las viejeras, porque hay mucho que enseñan. Porque las historias son buenas, porque sueño con una sitcom en la que, como Hechizada, todo sucede en casa y aún así sigue siendo mágica.
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