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Mostrando entradas de enero, 2025

Quererse un poco

 ¿Qué es quererse un poco? ¿Cómo sé que me estimo un poco? Las respuestas variarán depende de quién conteste. Hace unas semanas tuve el privilegio de asistir a una colega maravillosa en un proceso terapéutico con mujeres mayores de 40 años (yo, por supuesto, entraba en la categoría). Por secreto profesional, no podré describir las dinámicas, pero sí contaré qué aprendí. 1) A veces creemos que estamos solas y abandonadas, pero si recordamos a lo largo de nuestra vida, a veces hemos recibido ayuda de personas que ni si quiera imaginábamos. ¿Hubo una compañera de clase que te prestó su cuaderno porque tenía mejores apuntes? ¿Alguien alguna vez te compartió de su propia comida? ¿Te han recomendado sin ningún interés para un trabajo? Y si lo pensamos bien, pues siempre hay alguien que tiende una mano. A veces queremos que sean las personas importantes en nuestra vida, pero no siempre ocurre así. 2) Soy valiosa, soy suficiente. En un mundo de autoexigencias comerciales, es vital recordar...

Mantenimiento, escribe sin pensar

 Una de las primeras lecciones que aprendí en Redacción vinieron del libro de Natalie Goldberg, La escritura, una terapia creativa . En el primer capítulo explica que si quieres ser creativa, debes mantener la mano en movimiento, esto es, escribir sin parar ni pensar. He hecho este ejercicio en innumerables ocasiones con todo tipo de estudiantes universitarios. Contaré solo algunos ejemplos. Una de las primeras veces fue con una chica de inteligencia aguda y rizos preciosos que estudiaba Diseño Gráfico. Éramos poquísimos en la clase y al final del ejercicio ella se quedó platicando conmigo. Había llorado un poco en esos quince minutos que escribieron sin parar. Sí, escribimos sin parar todo ese tiempo y ahí se había dado cuenta de qué era lo que realmente sentía y pensaba de una situación familiar. Este ejercicio no es precisamente para hacer catarsis, pero puedes hacerla. Ella encontró una palabra, sí, una palabra para definir sus sentimientos. Me fui ese día con un estupor enorme...

La cosecha

Tendría yo entre 10 y 12 años cuando fuimos con mi familia a cosechar café. La finca se llamaba Las Delicias (me parece) y quedaba en las faldas del volcán de San Salvador. Ahora todo eso es pura urbanización. Era enero y hacía mucho frío. Recuerdo que íbamos todos en la familia con mucho entusiasmo que poco a poco se iba apagando cuando la respuesta de los adultos era la misma: "Todavía falta bastante". Nuestros pies estaban llenos de polvo y cansancio, pero sabíamos que era una aventura que queríamos emprender. Vengo de una familia del campo, aunque yo crecí en una de esas ciudades con el ego hinchado porque una vez en la vida fueron la capital, pero ya no. Aun así, durante mi niñez los encuentros con las noches estrelladas, los aullidos de coyotes y los gatos en la cocina fueron frecuentes. Esa vez que fuimos al cafetal, íbamos todos: abuela, tíos y tías, primos (muuuchas primas), hermano, madre y padre. Ahí aprendí qué era una tarea, un surco, qué tipo de bayas de café ha...