Tengo días de estar pensado qué putas subir al blog, como si se me fuera la vida en esta última entrada, como la más meritoria, como consecuencia de pensar en un público que a ratos no está y que no me extraña. Son un par los que vienen, y los aprecio infinitamente. Así, pasé a doblegar mi ímpetu ante la tiranía de elegir un tema que mereciese trato en esta ínfima página.
Hay uno que tengo en jabón. Yo quería ahondar en eso que era el deseo. Lo iba a llamar Breve tratado poco elocuente sobre el frenesí. No cuajó. Y me hartó. Me sigue gustando tanto la idea que en una página reciclada saqué cien mil palabras que usaría, y mi propósito era que darnos cuenta de cómo caemos en el deseo y no sé qué pendejadas más. La idea era convencerlos de alguna tontería que yo creyese cierta. Falló. Está ahí en los borradores y no pienso revivirlo. ¡Que se muera el infeliz!
Lo que sí me encantó fue el trabajo previo a la creación del texto; la idea esa de saltar hipertextualmente de palabra en palabra, complementar significados, el corazón de este nuestro blog llamado la semiosis infinita. Ir de concepto en concepto hasta que el hartazgo nos mate: ¿¡el significado universal!? Ser algo así como el gran intérprete, que vendría a ser como dios, en materia de esa palabrita y sus sinónimos. Una orgía de palabras, según yo.
En fin. Nada de eso floreció.
Así, fastidiada de no escribir y no sacar mis demonios doy mi veredicto: culpable.
Culpable de no distraerme lo que debo y andar creyendo que Notre Dame se hizo en un día.
Culpable de faltarle el respeto a mi blog y dejarlo en su solitaria soledad debido a mi desmedido estándar de rigurosidad y no dejarlo ser y divertirse y divertirme.
Mea culpa. Hoy en la noche me tomaré un ron que tengo debajo de la cama para lavar mis penas.
Hay uno que tengo en jabón. Yo quería ahondar en eso que era el deseo. Lo iba a llamar Breve tratado poco elocuente sobre el frenesí. No cuajó. Y me hartó. Me sigue gustando tanto la idea que en una página reciclada saqué cien mil palabras que usaría, y mi propósito era que darnos cuenta de cómo caemos en el deseo y no sé qué pendejadas más. La idea era convencerlos de alguna tontería que yo creyese cierta. Falló. Está ahí en los borradores y no pienso revivirlo. ¡Que se muera el infeliz!
Lo que sí me encantó fue el trabajo previo a la creación del texto; la idea esa de saltar hipertextualmente de palabra en palabra, complementar significados, el corazón de este nuestro blog llamado la semiosis infinita. Ir de concepto en concepto hasta que el hartazgo nos mate: ¿¡el significado universal!? Ser algo así como el gran intérprete, que vendría a ser como dios, en materia de esa palabrita y sus sinónimos. Una orgía de palabras, según yo.
En fin. Nada de eso floreció.
Así, fastidiada de no escribir y no sacar mis demonios doy mi veredicto: culpable.
Culpable de no distraerme lo que debo y andar creyendo que Notre Dame se hizo en un día.
Culpable de faltarle el respeto a mi blog y dejarlo en su solitaria soledad debido a mi desmedido estándar de rigurosidad y no dejarlo ser y divertirse y divertirme.
Mea culpa. Hoy en la noche me tomaré un ron que tengo debajo de la cama para lavar mis penas.
Comentarios
B38". Difruto lo que escribes; me parece muy intreresante y a veces
divertido. Y pienso que cada blog es un reflejo de quien lo llena con
un poquito de sí mismo.
En fin, los que te leemos sí te
extrañamos, y no somos un par.
Feliz Jueves!
¡Saludos!