Más allá de las congas café caramelo y una batería viajera blanca, tan pequeña que da risa y parece que es para un chiquillo, está un piano Roland plateado. El hombre de treintaitrés años y camisa negra se adueña del micrófono y también del teclado. Saluda gracioso, con su voz potente y oscura, algo carrasposa -no debió ensayar el repertorio de nuevo esa misma tarde-, se dirije a una audiencia que lo ha esperado hora y media.
Como quien pierde una estrella, de Alejandro Fernández, es el banderillazo. El hombre de treintaitrés años se llama Mauro y se auxilia de su hermano mayor, Fito. Cantan a una voz. Luego viene Guerra y Quisiera ser un pez, otro invitado entra al dúo. Le siguen boleros, Ingrata, Me importas tú y demás.
Entonces emerge Roberto Carlos con Cama y mesa. Y me mata.
Mauro pide que el guitarrista sentado en la mesa de madera que está al frente le ayude en la interpretación. Un argentino con aire de Camilo Sesto y más parecido a Roberto Carlos que el mismo Roberto Carlos se para a su lado.
Carraspeo en "Quiero ser tu canción desde principio a fin, quiero rozarme en tus labios y ser tu carmín". Luego entra la voz brillante del argentino y seduce con "yo quiero ser el sol que entra y da sobre tu cama, despertarte poco a poco, hacerte sonreír". En el coro grita el auditorio "el hombre que sabe querer se apasiona por una mujer..." Mientras tanto, la piba seguía en la mesa y miraba a su argentino. Hermoso él ahí, cantando(le) también en portugués.
El pibe canta entregado, como solo puede hacerlo el músico que siente cada nota. La piba sonríe maravillosa, atronizada en la certeza de que él sí era su hombre que la sabía querer.
En el aire permanece "este amor que alimenta a mi fantasía,
es mi sueño, es mi fiesta, es mi alegría...", y antes de terminar la canción el argentino vuelve a la mesa, se sienta junto a su dama, la atornilla en un abrazo y le planta un beso muy cerca de la oreja derecha.
Cuando termina la pieza, Mauro agradece infinitamente al guitarrista y todos le aplaudimos emocionados. Es el día de los enamorados y todos estamos reunidos con ese pretexto.
Le digo a mi amigo César, que bebe ron mezclado con Coca-cola: "Quiero uno de esos para mí".
Le da risa mi petición y solo me sirve más licor.
PD: Ahí les dejo.
Como quien pierde una estrella, de Alejandro Fernández, es el banderillazo. El hombre de treintaitrés años se llama Mauro y se auxilia de su hermano mayor, Fito. Cantan a una voz. Luego viene Guerra y Quisiera ser un pez, otro invitado entra al dúo. Le siguen boleros, Ingrata, Me importas tú y demás.
Entonces emerge Roberto Carlos con Cama y mesa. Y me mata.
Mauro pide que el guitarrista sentado en la mesa de madera que está al frente le ayude en la interpretación. Un argentino con aire de Camilo Sesto y más parecido a Roberto Carlos que el mismo Roberto Carlos se para a su lado.
Carraspeo en "Quiero ser tu canción desde principio a fin, quiero rozarme en tus labios y ser tu carmín". Luego entra la voz brillante del argentino y seduce con "yo quiero ser el sol que entra y da sobre tu cama, despertarte poco a poco, hacerte sonreír". En el coro grita el auditorio "el hombre que sabe querer se apasiona por una mujer..." Mientras tanto, la piba seguía en la mesa y miraba a su argentino. Hermoso él ahí, cantando(le) también en portugués.
El pibe canta entregado, como solo puede hacerlo el músico que siente cada nota. La piba sonríe maravillosa, atronizada en la certeza de que él sí era su hombre que la sabía querer.
En el aire permanece "este amor que alimenta a mi fantasía,
es mi sueño, es mi fiesta, es mi alegría...", y antes de terminar la canción el argentino vuelve a la mesa, se sienta junto a su dama, la atornilla en un abrazo y le planta un beso muy cerca de la oreja derecha.
Cuando termina la pieza, Mauro agradece infinitamente al guitarrista y todos le aplaudimos emocionados. Es el día de los enamorados y todos estamos reunidos con ese pretexto.
Le digo a mi amigo César, que bebe ron mezclado con Coca-cola: "Quiero uno de esos para mí".
Le da risa mi petición y solo me sirve más licor.
PD: Ahí les dejo.
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