Los muchachos que amé de pronto han desaparecido.
Algunos se han escurrido por las calles oscuras y bajo las estrellas de noches inciertas.
Otros están con su muslo pegado a otro muslo y
entre ellos dos, las palmas entrelazadas.
Los muchachos que amé son siluetas idas,
son mechones de cabello desechados,
son cartas que un día quemé en el patio.
A los muchachos que amé simpre les regalé libros y tardes de risas.
Otras veces, paseos nocturnos y caricias tiernas.
A algunos los he visto que se han ido lejos y pienso
como tonta
en los libros que dejé ir.
Lloro un poco por esos libros que no están conmigo,
pobre huérfanos.
Con unos cuantos, me cruzo la calle para no saludarlos,
los evito.
A otros les devolví esas cosas que hacían que fuéramos dos manos hechas nudo.
Recuerdo a veces cosas terribles,
tristezas profundas y almohadas llorosas...
y vuelve aquella punzada en el vacío estómago,
respiro,
me abrazo a mí misma y
me digo:
yo te salvé.
Los muchachos que amé no eran como ese hombre en mi vida
Ese hombre tan mío que al caer yo en las gradas extendía sus brazos.
Me salvaba, me consolaba.
A veces los muy granujas se le querían parecer.
Nunca como él, nunca como antes.
Los muchachos que amé ahora son señores,
son padres,
son casas vacías sin gato a cual acariciar.
Los muchachos que amé son portales íntimos,
son noches vacías, son emergencias de farmacia.
Los muchachos que amé ahora son tumbas y canciones rotas.
Algunos se han escurrido por las calles oscuras y bajo las estrellas de noches inciertas.
Otros están con su muslo pegado a otro muslo y
entre ellos dos, las palmas entrelazadas.
Los muchachos que amé son siluetas idas,
son mechones de cabello desechados,
son cartas que un día quemé en el patio.
A los muchachos que amé simpre les regalé libros y tardes de risas.
Otras veces, paseos nocturnos y caricias tiernas.
A algunos los he visto que se han ido lejos y pienso
como tonta
en los libros que dejé ir.
Lloro un poco por esos libros que no están conmigo,
pobre huérfanos.
Con unos cuantos, me cruzo la calle para no saludarlos,
los evito.
A otros les devolví esas cosas que hacían que fuéramos dos manos hechas nudo.
Recuerdo a veces cosas terribles,
tristezas profundas y almohadas llorosas...
y vuelve aquella punzada en el vacío estómago,
respiro,
me abrazo a mí misma y
me digo:
yo te salvé.
Los muchachos que amé no eran como ese hombre en mi vida
Ese hombre tan mío que al caer yo en las gradas extendía sus brazos.
Me salvaba, me consolaba.
A veces los muy granujas se le querían parecer.
Nunca como él, nunca como antes.
Los muchachos que amé ahora son señores,
son padres,
son casas vacías sin gato a cual acariciar.
Los muchachos que amé son portales íntimos,
son noches vacías, son emergencias de farmacia.
Los muchachos que amé ahora son tumbas y canciones rotas.
Comentarios