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Te amo y te odio, pantalla

 Estoy hasta el copete de estar en la computadora. Sí, igual que usted y que todas las criaturas que están encerradas en casa haciendo hasta lo imposible para salir adelante. Odio esa frase: ¿salir adelante cómo? Pero volvamos al asunto: la educación sigue, vamos a lograrlo, todos podemos.

Sin embargo, no es cierto que todos podamos. Hace exactamente un año y días que estamos metidas en casa con esta máquina haciendo de todo para educar-entretener-motivar-conectar a y con nuestros estudiantes. Hemos leído y visto obscenas cantidades de tutoriales para una mejor educación en línea, cómo usar el infame Moodle, pero no siempre es posible hacer de esta experiencia algo transformador.

Esa que acaba de hablar soy yo en versión cansada, harta y pesimista. Estaba pensando que quiero dejar de inventar e investigar modos y plataformas para hacer de esto algo más amigable. Yo ya soy a-mi-ga-ble. Quiero de una buena vez ponerme mis botas y pasearme entre los pasillos de pupitres. Quiero ver los cuadernos manchados, quiero que no me dejen comer el refrigerio en la cafetería porque a ver si les puedo hacer una revisión rapidita, cortita.

Cuando empecé con esta profesión hace quince años, empecé con miedo. Miedo a involucrarme demasiado con la muchachada, miedo de equivocarme, miedo de no dar el ancho. Afortunadamente, la experiencia, las continuas equivocaciones y mi ánimo incansable por aprender me han ayudado. Ahora, hago este recuento y me siento afortunada. Estoy en la maravillosa edad en la que todavía puedo hacer pilates en leggins sin hacer mucho el ridículo y aceptar que me he equivocado en la clase.

 Tras un año de esta maldita pandemia, puedo decir con toda la certeza del mundo: extraño a mis estudiantes. Extraño sus voces, extraño sus cuadernos desordenados, sus preguntas excesivas, sus quejas y excusas (bueno, eso no tanto) y extraño a quienes son agradecidos por todo lo que hacemos por ellas (no hay falta de concordancia en género, así quiero que sea inclusivo). Pero por sobre todas las cosas, extraño el último día de clases, el de la foto, el día que nos abrazamos un poco.

Por eso odio esta pantalla en la que escribo. No les puedo a-bra-zar. No les puedo ver la cara de cansancio porque se han desvelado leyendo para Historia. No puedo sentarme a platicar de naderías porque una vez cerrada la sesión, cada quien a sus cosas. Pero también amo cómo este instrumento nos ha acercado de maneras inimaginables.

Hoy fue el último día de clases de un grupo excepcional, un grupo con quienes hemos construido una comunidad. Eso no siempre nos ocurre, pasa si dejamos que el cariño académico sea parte de nuestra clase. Ahora, mi mayor terror (involucrarme emocionalmente con los estudiantes) ha sido superado. Por eso, hoy, en la última clase, ellas y ellos hicieron este decálogo, que resume los consejos que ahora les dan a las generaciones que siguen:


Cómo sobrevivir a las clases de Lenguaje 1 en línea 

  1. No olvidarás el pan del día a día: las lecturas de Daniel Cassany 

  1. Escucharás a Lorena por sobre todas las cosas. 

  1. Organizarás tu tiempotus comidas y tu vida (cómprate una agenda) 

  1. Aprovecharás al máximo los revisores de tareas 

  1. Si puntos o comas faltan en tu texto, puntos en tus notas también faltarán. Cassani 14:16 

  1. Verás los videos tutoriales para pasar los controles 

  1. Para la oración entendermás de 25 palabras no debe tener. 

  1. Nunca separarás con coma el sujeto y el predicado. 

  1. Jamás redactarás párrafos frase y lata. 

  1. Probablemente Lorena te cambie todo el textoperorecuerda, lo hace con amor 

 

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