Antes de empezar con la lista, es imperativo tener una conversación seria con nuestra pereza, inconstancia y débil voluntad. ¡Cuánto servilismo! ¡Cuánto nos han arrastrado! ¿No estamos hartos? Es demasiado. Es insoportable. Hemos sido sus esclavos, ¡es hora de emanciparnos!
¿De qué sirven los buenos propósitos sin disciplina para ejecutarlos sino para engañarnos a nosotros mismos y creer que podemos cambiar? ¿Para qué esforzarnos en desechar tan buenos y deliciosos malos hábitos? ¿Por qué perder la comodidad si se vive tan bien con ella? ¿Para superarnos? Si no estamos dispuestos a sacrificarnos, ¿para qué tanta algarabía con las listas de buenos propósitos en el nuevo año?
La pereza se desliza entre nuestro letargo, lo prolonga a su antojo y nos amarra a la cama esos quince minutos más por las mañanas. (Y así vamos perdiendo la vida.) ¡Ay, inconstancia! Tan fácil es darte cobijo. Porque es más cómodo no perseverar y solo cumplir si nos da la gana… ¡Cuánta fuerza de voluntad!
¿Quién corre contra sí mismo para clavarse una espada? ¿Quién de nosotros traiciona su propia palabra? ¿Quién olvida su honor? Todos. Todos alguna vez lo hemos hecho. Nos es natural. ¡Cómo nos traicionamos! Volvemos jirones nuestras propias promesas.
¡Liberémonos! ¿Alguien se pronuncia? ¿Vamos a seguir ante tal dominación y perderemos todo aquello que podemos lograr? Por ahí alguno dijo «sí», pero luego lo exorcizaremos. Los demás se supone que gritemos con vehemencia: «¡No! ¡No nos dejaremos dominar!».
«¡Eh!, tú, pereza, nos has gobernado por años, pero ahora será tu perdición. Reconocemos que bajo tus hechizos estuvimos prisioneros. ¡Cuánto gusto te dimos! ¡De cuánto nos privamos por tu causa!
»Y dirá uno: “Me levantaré por las mañanas y sudaré la gota gorda para perder estas setecientas libras de más que tengo, y no solo eso… Por fin leeré un libro completo”. Otro agregará: “¡No dejaré de ir a mis clases… ¡Y no vas a impedírmelo!” Ya lo sabemos: somos ambiciosos, creés que pedimos demasiado, ¡pero no!
»Y vos, inconstancia, vas a someterte a nuestra voluntad porque así lo hemos decidido. No seremos más una veleta. “Terminaré mi curso de cocina, y si me intoxico… ¡No voy a frustrarme!”, dirá una. Y gritará otro: “¡Verás que no es una promesa más! Sí iré al gimnasio”.
»Voluntad, voluntad… ¡Serví de algo, por piedad! Sé fuerte, sé incorruptible, sé como Sansón cuando le creció de nuevo la melena… No te hagás la damisela ahora que necesitamos que seás de plomo. ¡Soportá las flaquezas!
»A ustedes tres, traidoras, vamos a someterlas a una dieta de faquir para que aprendan a ser fuertes, laboriosas, constantes y disciplinadas. Las someteremos, con infinita paciencia, a torturas inimaginables como la puntualidad, proactividad, ejercicio, mesura y disciplina miliciana. ¡Ya no más antojos! Sabemos que protestarán, somos conocedores de sus artimañas de seducción, sin embargo, sobreviviremos. ¡Sobreviviremos!
»La decisión está tomada. Ustedes tres ya nada tienen que hacer más que obedecer.»
Sobre la mesa hay una libreta de papel amarillo en la que pronto escribiremos nuestros más hondos anhelos. (La lista de propósitos del año venidero.) Estamos esperanzados, es una época propicia para soñar e hilvanar promesas. Y ante este ritual necesario, los vicios cultivados cooperarán.
Dominaremos primero nuestros bajos instintos antes de redactar listitas entusiastas. Sin una buena base de acción, pérdida de tiempo es soñar, porque los sueños son para realizarlos. De lo contrario, son delirios y fantasías.
Trabajo constante y sueños elevados. Antes de desparramar frustración, disciplina. Porque vamos más allá de la prueba y error, porque no sucumbimos ante la derrota.
El fin de ciclo se acerca: ya es hora de domesticarnos.
Comentarios
"¿Una raza que no quiere pensar? ¿O una raza que que piensa con sus sentidos más primordiales, mi señor?"
"No, una raza que no tiene las fuerzas ni las ganas para soportar el hecho indiscutible de que que en sus genes existe algo tan bajo."
(E.M. ... Jajaja, no. V.V., aunque sin el contexto no tiene mayor gracia :) De lo mejor que has escrito, Augusta, en serio. Como nos decía don Paco, ¿qué estaremos haciendo aquí? :)
Hasta ya se enojaron por ahí porque digo la verdad y hallo tus textos de lo poco realmente BUENO que produce este país. Pero mejor perder a un amigo que callarse la verdad.
La pereza... ¿pecado capital?