Apreciada inquilina manipuladora irresponsable, de aquí en adelante inquilina irresponsable:
Nos hemos visto en la necesidad de hacer un pronunciamiento vital. Las últimas acciones que nos atañen se refieren a la irresponsabilidad con la que usted, pobre ignorante de los procesos biológicos y fisiológicos, ha conducido este glorioso cuerpo, al que de ahora en adelante llamaremos mobiliario.
Dicho mobiliario -del que usted es, por decirlo de algún modo, legítima dueña- ha sido objeto de abuso y maltrato. En repetidas ocasiones le hemos advertido que su conducción errónea e irresponsable se volcará en contra suya. Sin ir más lejos nos remitimos a los hechos de esta tarde, específicamente a la una treinta.
No habiendo sido suficiente una ensalada descomunal, usted, inquilina irresponsable, decidió -en detrimento y perjuicio de la comunidad que habita este no sacrosanto lugar- echarse a la barriga una mounstrosa porción de pastel que no hizo más que activar el ritmo cardíaco. ¡Y sálvese quién pueda de las consecuencias!
Usted es sabedora de lo que causa la glucosa en desproporción, es conocedora también de que es más apreciada por nosotros la cualidad de una comida frugal que una desproporcionada. Admitimos y subrayamos que sus celebraciones y excesos suelen arrastrarnos a consecuencias insospechadas, pero este es el acabose. Usted nos está matando.
Ciertamente no fue suficiente el postre, además ¡pidió café!
Cuántas veces le hemos repetido que usted jamás, pero jamás debería probar café. Hasta los más doctos le han prohibido semejante sustancia. ¡Pero no! Usted insiste en destruirnos y maltratarnos, usted se empecina en dejarse llevar por la mortalidad, deja de lado nuestra humilde condición pasajera y solo rinde culto a la inmortalidad que no posee.
Pobre ignara, ¿acaso no se da cuenta de que sin nosotros usted es nada?
Reconocemos que estas acciones son ínfimas comparadas con otros casos más insólitos, reconocemos también que estamos bajo sus mandatos y súplicas; pero le advertimos, nuevamente, que como siga abusando de nosotros no habrá neurobión que la ampare, no habrá diclofenaco que la socorra, más aún, la misma cafeína se la llevará al diablo.
No habiendo más que agregar, extendemos este comunicado a los catorce días del mes de enero del corriente.
Firmantes abajo se abstienen de
pronunciarse por próximas (y seguras) represalias.
Nos hemos visto en la necesidad de hacer un pronunciamiento vital. Las últimas acciones que nos atañen se refieren a la irresponsabilidad con la que usted, pobre ignorante de los procesos biológicos y fisiológicos, ha conducido este glorioso cuerpo, al que de ahora en adelante llamaremos mobiliario.
Dicho mobiliario -del que usted es, por decirlo de algún modo, legítima dueña- ha sido objeto de abuso y maltrato. En repetidas ocasiones le hemos advertido que su conducción errónea e irresponsable se volcará en contra suya. Sin ir más lejos nos remitimos a los hechos de esta tarde, específicamente a la una treinta.
No habiendo sido suficiente una ensalada descomunal, usted, inquilina irresponsable, decidió -en detrimento y perjuicio de la comunidad que habita este no sacrosanto lugar- echarse a la barriga una mounstrosa porción de pastel que no hizo más que activar el ritmo cardíaco. ¡Y sálvese quién pueda de las consecuencias!
Usted es sabedora de lo que causa la glucosa en desproporción, es conocedora también de que es más apreciada por nosotros la cualidad de una comida frugal que una desproporcionada. Admitimos y subrayamos que sus celebraciones y excesos suelen arrastrarnos a consecuencias insospechadas, pero este es el acabose. Usted nos está matando.
Ciertamente no fue suficiente el postre, además ¡pidió café!
Cuántas veces le hemos repetido que usted jamás, pero jamás debería probar café. Hasta los más doctos le han prohibido semejante sustancia. ¡Pero no! Usted insiste en destruirnos y maltratarnos, usted se empecina en dejarse llevar por la mortalidad, deja de lado nuestra humilde condición pasajera y solo rinde culto a la inmortalidad que no posee.
Pobre ignara, ¿acaso no se da cuenta de que sin nosotros usted es nada?
Reconocemos que estas acciones son ínfimas comparadas con otros casos más insólitos, reconocemos también que estamos bajo sus mandatos y súplicas; pero le advertimos, nuevamente, que como siga abusando de nosotros no habrá neurobión que la ampare, no habrá diclofenaco que la socorra, más aún, la misma cafeína se la llevará al diablo.
No habiendo más que agregar, extendemos este comunicado a los catorce días del mes de enero del corriente.
Firmantes abajo se abstienen de
pronunciarse por próximas (y seguras) represalias.
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