Mi maestro es sabio. Se llama Don Paco.
Dice las frases certeras cuando la desesperación acampa, sabe sonreír y con ello llenarme de esperanza. Con sus palabras siento que no todo está perdido.
Un día me dijo que si cambiaba de trabajo que fuera a uno que me hiciera crecer más (y por eso sigo aquí, para aprender todo lo que tenga que aprender. Trabajo humilde, lo llama él).
Dijo que me fuera de este país de mierda porque aquí no iba a crecer en las tablas, que allá en Costa Rica o en la Iberia hay un bachillerato en artes y que por favor no dejara de actuar. También me dijo que solo después de cierta edad sirve todo lo que uno echa al saco. Eso dijo: echar al saco.
Por eso leo sin parar, por eso sigo en esta silla limpiándole los desastres a los de allá (corrigiendo, pues). Por eso sigo sus indicaciones sin vacilar, sin interrogar y solo asintiendo porque sé que este camino tortuoso es más llevadero si alguien por allá lejos te dice que por ahí vas bien.
Escriba, Lorena, escriba, dijo. Y eso hago.
Dice las frases certeras cuando la desesperación acampa, sabe sonreír y con ello llenarme de esperanza. Con sus palabras siento que no todo está perdido.
Un día me dijo que si cambiaba de trabajo que fuera a uno que me hiciera crecer más (y por eso sigo aquí, para aprender todo lo que tenga que aprender. Trabajo humilde, lo llama él).
Dijo que me fuera de este país de mierda porque aquí no iba a crecer en las tablas, que allá en Costa Rica o en la Iberia hay un bachillerato en artes y que por favor no dejara de actuar. También me dijo que solo después de cierta edad sirve todo lo que uno echa al saco. Eso dijo: echar al saco.
Por eso leo sin parar, por eso sigo en esta silla limpiándole los desastres a los de allá (corrigiendo, pues). Por eso sigo sus indicaciones sin vacilar, sin interrogar y solo asintiendo porque sé que este camino tortuoso es más llevadero si alguien por allá lejos te dice que por ahí vas bien.
Escriba, Lorena, escriba, dijo. Y eso hago.
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