
Cursaba el segundo año de bachillerato (o primero, no sé). El terremoto y la administración del colegio en el que estudié dejaron de lado a la maestra de teatro, a ella y miles de actividades que nos hacían la vida feliz. Ya no entrenos de basquetbol, ya no reuniones del coro, ya no más perder el tiempo en los pasillos por la tarde. Yo andaba deprimida porque hacía meses que no ensayaba para teatro.
Aquellos días después del desastre fueron terribles.
Tuvimos que recibir clases en salones prestados de una institución amiga, pero que de todos modos no nos gustaba. Riñas absurdas de colegialas. Nada de qué preocuparse.
Fue entonces que no sé cómo, o en qué anuncio vi que acaban de abrir una institución llamada Asociación Dante Alighieri. Era un programa para estudiar artes escénicas. Para entrar pedían quinientos colones (ahora entro en duda con los datos porque no sé si eso fue a finales de ese año en que nos dolarizaron; año más, año menos, no lo sé). ¡Eran quinientos colones! Ni eso pagaba de mensualidad en mi colegio.
El caso es que con mi entusiasmo desbordante le dije a mi madre que si podíamos preguntar. Me hizo cara de "no" cuando le dije el precio. Así que seguí arrastrando mi depresión leve que se convertía en frustración. A los días me dijo que llamara, que iba a hacer el esfuerzo (benditas las madres). Así que llamé y me explicaron que eran solo quinientos de inscripción, más todo el material que íbamos a usar.
Luego pedí que me explicaran dónde era, me explicaron; y así fue como anoté en mi agenda: en el renglón de arriba: Asociación y el número, y en el renglón de abajo Dante Alighieri más el otro número de la oficina, es que tenían dos contactos.
Nunca pude dar con la asociación esa. O la gente cree que explica muy bien las direcciones o de verdad yo no tengo habilidades espaciales. Para regocijo de mi madre yo hice teatro gratis días más tarde, y todo se solucionó. Fuera frustraciones.
De la asociación Dante solo me queda un recuerdo muy grato:
Una amiga anotó su número de teléfono en mi agenda, y se puso a verla porque era muy bonita. Luego, vio el número y un nombre extraño, y me dice: ¿Tenés el teléfono de Dante Alighieri?
¡Ay, cómo gocé ese día!
Ya hubiera querido yo ser amiga de Dante para que me contara los pormenores de Virgilio y blablablá, y de paso que nos ayudara con una entrevistita en la exposición que hicimos de él para Lenguaje.
Esos momentos quedan para la eternidad.
PD: Por cierto, no sé por qué siempre pintaron a Dante todo bravo, si es de lo más divertido y entretenido.
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