Llega hermoso, torso desnudo y media sonrisa.
Sobre el piano sus manos hacen amor. Canta "Uno se cree que las mató el tiempo y la ausencia..."
Serrat emerge espectacular, como solo él puede hacerlo. Reclama que "Aquellas pequeñas cosas nos dejaron tiempo de rosas", que "como un ladrón te acechan detrás de la puerta..."
Y surgen las palabras, las cartas, los pedazos de vida que se quedan con aquellas pequeñas cosas. Amo la corbata celeste a rayas, la introducción de McGiver, cuando la tele emocionada dice "Aventuras de ayer y hoy presenta". Se quedan aquí. Los objetos son testigo de lo que somos y fuimos. Sobre todo de ese pasado que a ratos parece que ya no es nuestro.
Hoy, en la eternidad de una mañana a solas, en la tele anuncian Airwolf, conocido hace una veintena de años como El lobo del aire. Y con lo terrible de la cinta me parece hermoso. Un helicóptero estupendo. A los actores los conozco tanto que son viejos amigos. (Como la foto vieja, con poca luz, con un bombón en la boca, al fondo, el lobo.)
Hace bien volver a los cajones, a los besos no olvidados, a las fotografías viejas en sepia. Nos evocan, nos llevan de paseo y por un instante volvemos a ser lo más hermoso que podemos ser. Los más juguetones, los más simpáticos.
Por un solo instante lo más importante de la vida es llegar hasta el otro lado de la cancha, veinticinco metros traviesa, sobre el triciclo verde, con el número cinco en la camiseta... con los gritos de mi viejo que dicen ¡Dale!
No las mató el tiempo, mucho menos la ausencia.
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