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Nuestro contador

El viejo tenía una agenda chiquitita, café, con páginas amarillentas y su nombre grabado en una cinta plástica roja. Ahí escribía: ropero 20 colones; cama 100 colones; casa 125 colones... y así. Todo ordenado, detallado, estricto. Mi viejo era contador, escribía método Palmer y era hincha del Alianza.

En esta semana uno de sus hijos egresa. Este semestre el primogénito de mi viejo lo extrañó todavía más porque Matemática Financiera nos desveló de a galán; y él, como yo, esperaba que el viejo le explicara el asunto. Pero no se pudo. Y no se pudo. Son caros los fax al infinito y más allá.

Tengo dos años de no presentar la declaración de la renta, y ya para el próximo período vaticino una multa grosera. No puedo llenar la declaración, olvidé cómo, lo olvidé todo.


Esperamos demasiado.

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