Ayer tenía las malas intenciones de contar quién era Alberto. Pensaba y pensaba cuando en eso me arrastró la melancolía.
Uno se pone a desempolvar recuerdos porque da gusto repetir la vida. Da placer pensar en el si hubiera...
¿Qué tal si Alberto no va a estudiar ese día que fue a estudiar, qué tal si se queda en casa mirando la tele? ¿Y si jamás me hubiera fijado en el mal carácter de ese muchacho, y si de verdad hubiera dejado de saber de él cuando se fue en un jueves?
¿Qué tal si Alberto jamás me hubiera plantado un beso?
Guardamos recuerdos y los desempolvamos siempre.
Pensaba en Alberto cuando un amigo en el chat me preguntó qué hacía. Le conté y la respuesta varió en una confesión extraña. Él decía: qué mérito puede tener un fulano con quien nada pasó.
Yo le expliqué que no lo sabía, porque a esa edad tan absurda poco entendemos qué nos pasa en verdad.
-¿Pensabas que estabas enamorada?, me preguntó.
Entonces le dije, consciente de que tengo una docena de años más desde que conocí a ese chico, que no lo sabía, que probablemente nunca lo supe y que nunca lo sabré porque en esos días mozos solíamos vivir de las fantasías.
Sí, talvez eso: Creía que...
-¿Qué tan real es lo que pasa en verdad o lo que queremos que pase?, le dije.
Deconstruimos nuestros recuerdos y vivimos de las interpretaciones de los otros sin acercarnos a ese mundo. Quizá hubiera sido valioso poder descubrir aquello que no conocía. Así talvez podría decir sin vergüenza a vos te he amado, o no. Aunque a estas alturas nada importa.
Traigo a colación El sueño de Mariana, de Jorge Galán. En el libro hay una reflexión terriblemente profunda porque la tal Mariana vive atrapada a una máquina que la hace soñar con Maslo. Es un sueño programado que la aleja totalmente de las experiencias reales, ella prefiere una vida así: artificial.
El sueño de Mariana aborda el tema de qué tan real es lo que vivimos y lo que soñamos, o lo que creemos que soñamos.
¿Qué tan entrenado tenemos nuestro cerebro para convertir en realidad sus experiencias artificiales? (Como nuestra sociedad feisbuquiana.)
Con un halo de celos mi amigo remata con esta pregunta: ¿hubiera sido el hombre con quien harías tu vida?
Le contesto con un contundente no. Le doy mis razones y le explico mis estándares de calidad. Se queda conforme.
Ahora, ¿qué tal si Alberto no va a clases ese día, qué tal si no lo matan? ¿Cuán grande sería su huella hoy?
No lo sé.
Quizá ni así podría comprobar o refutar si en verdad fue un sueño.
*
Uno se pone a desempolvar recuerdos porque da gusto repetir la vida. Da placer pensar en el si hubiera...
¿Qué tal si Alberto no va a estudiar ese día que fue a estudiar, qué tal si se queda en casa mirando la tele? ¿Y si jamás me hubiera fijado en el mal carácter de ese muchacho, y si de verdad hubiera dejado de saber de él cuando se fue en un jueves?
¿Qué tal si Alberto jamás me hubiera plantado un beso?
Guardamos recuerdos y los desempolvamos siempre.
Pensaba en Alberto cuando un amigo en el chat me preguntó qué hacía. Le conté y la respuesta varió en una confesión extraña. Él decía: qué mérito puede tener un fulano con quien nada pasó.
Yo le expliqué que no lo sabía, porque a esa edad tan absurda poco entendemos qué nos pasa en verdad.
-¿Pensabas que estabas enamorada?, me preguntó.
Entonces le dije, consciente de que tengo una docena de años más desde que conocí a ese chico, que no lo sabía, que probablemente nunca lo supe y que nunca lo sabré porque en esos días mozos solíamos vivir de las fantasías.
Sí, talvez eso: Creía que...
-¿Qué tan real es lo que pasa en verdad o lo que queremos que pase?, le dije.
Deconstruimos nuestros recuerdos y vivimos de las interpretaciones de los otros sin acercarnos a ese mundo. Quizá hubiera sido valioso poder descubrir aquello que no conocía. Así talvez podría decir sin vergüenza a vos te he amado, o no. Aunque a estas alturas nada importa.
Traigo a colación El sueño de Mariana, de Jorge Galán. En el libro hay una reflexión terriblemente profunda porque la tal Mariana vive atrapada a una máquina que la hace soñar con Maslo. Es un sueño programado que la aleja totalmente de las experiencias reales, ella prefiere una vida así: artificial.
El sueño de Mariana aborda el tema de qué tan real es lo que vivimos y lo que soñamos, o lo que creemos que soñamos.
¿Qué tan entrenado tenemos nuestro cerebro para convertir en realidad sus experiencias artificiales? (Como nuestra sociedad feisbuquiana.)
Con un halo de celos mi amigo remata con esta pregunta: ¿hubiera sido el hombre con quien harías tu vida?
Le contesto con un contundente no. Le doy mis razones y le explico mis estándares de calidad. Se queda conforme.
Ahora, ¿qué tal si Alberto no va a clases ese día, qué tal si no lo matan? ¿Cuán grande sería su huella hoy?
No lo sé.
Quizá ni así podría comprobar o refutar si en verdad fue un sueño.
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Comentarios
Algo parabólico lo que digo, pero espero que me entiendas.
Lo cierto es que siempre aderezamos con más ilusión y encanto los sucesos que pudieron ser que aquellos que realmente fueron, igual que resulta más fantasioso el recuerdo del viaje que el viaje en sí; igual que esa canción que entonces nos emocionaba ahora casi nos emociona más, porque, con el tiempo se carga del peso de la distancia y el recuerdo.