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Empiruetarse con Halfon

Me gusta Eduardo Halfon. Para leerlo, quizá haya que ser un poco hedonista. Que uno tome un avión para buscar a un pianista que quiere ser gitano es el colmo del placer. Un delirio así ha de ser tan mágico como encerrar a cinco jazzistas en un bar lleno de humo y esperar a ver qué pasa… o qué no pasa.

Eduardo Halfon es guatemalteco, nació allá por 1971 y después de dejar una carrera de ingeniería se metió en esto de las letras. Entre sus últimos trabajos están Clases de hebreo (2008), Clases de dibujo (2009), El boxeador polaco (2008), Morirse un poco (2009) y La pirueta (2010), preciosamente editado por Pre-textos luego de que ganó el XIV Premio de Novela Corta «José María de Pedrera» en el 2009.

La Pirueta inicia con el conflicto bien puesto: «¿Por qué quieres encontrarlo, Dudú?» Y Eduardo empieza a preguntárselo también. Quizá lo movió la ausencia del amigo, quizá lo sedujo la historia de ese tal Milan Rakić que se cansó de ser un músico y quiso volverse artista, pero gitano, quizá en realidad es una aventura egoísta… quién sabe.

Así, sin saber por qué, Halfon nos lleva a un viaje musical (y es obligatorio tener un buscador de música para saborearlo de verdad). Con Liszt en YouTube, me deslizo a un violento Thelonious Monk. Luego a un Saban Bajaramovic, y es vital escucharlos porque Milan Rakić puede vivir sin Liszt, pero no sin Saban (y quizá esté ahí la clave de su desaparición).

Milan, antes de desaparecer y aparecer a través de postales, conversa con Eduardo sobre Epistrophy de Monk (elitismo que no molesta). Hablan de que quizá ese título es una palabra botánica, que significa no sé qué, y Milan sentencia: «No quiere decir nada. El muy hijo de puta se la inventó». Más tarde afirma: «Existen cosas que no tienen ningún significado y que igualmente son bellas». Talvez así haya que leer La Pirueta, como un paseo al que no sabemos por qué vamos pero que de todos modos es placentero.

El protagonista de La Pirueta es multicultural y obliga a que en la lejanía (Belgrado y otros sitios insólitos como Gardo) alguien se fije en un nombre tan extraño como Guatemala. Muchos de sus otros personajes le dan por fin una mirada a este pedazo de continente perdido que es Centroamérica. Porque no, señores del otro lado del mundo, C.A. no es México. Aunque no todos comprenden. Le dice uno por ejemplo: «Una vez me acosté con una chica de Ecuador, que es casi como decir Guatemala, ¿no?»

Eduardo Halfon, porque el protagonista se llama igual que el escritor (gran trampa, ¿eh?), dibuja a los gitanos, a los marginados, los que tienen su código de vida, esa otra vida que vamos develando con este viaje y a través de los cuentos que Milan le escribe a Halfon en las postales.

El crítico Ernesto Calabuig recomienda no leer la novela en clave realista. Por ejemplo, en el libro, la novia de Halfon dibuja sus orgasmos en un cuaderno color almendra. Calabuig reprende que eso de la «memoria vaginal» no es una imagen bien lograda. Aunque… ¿acaso no ha gritado ya y hasta tiene sus monólogos?

El balance de orgasmos (o ausencia) se antoja para una propuesta de vida. ¡Desahógate, memoria vaginal! ¿No sería interesante ver el rendimiento de tal o cual a través de grafiquitas? Algo para entender, digo yo. Lamento disentir con Calabuig, pero sí, como dice por ahí Laura Restrepo: «La vida transcurre hacia atrás, como la memoria». Somos lo que recordamos; entonces, habría que darle un chance a esa memoria vaginal, al fin y al cabo ahí reside la vida, el dolor y el placer. (Aplausos para Halfon.)

Cerca del final, Halfon se halla con un pasado ajeno que lo hace suyo. En un bar, unos chicos neonazis le dan asco, y quiero creer que es porque le recuerdan el tatuaje del número de su abuelo polaco (ajá, Auschwitz). De él habla en El boxeador polaco y las últimas noticias están en su cuento Los ocasos.

Música, gente indecente, postales, libros y sexo. De eso y más trata La Pirueta. Sobre las pasiones. Pa-sio-nes. Sobre la diferencia brutal que hace Milan Rakić entre tocar una pieza de piano de manera automática y tocarla cuando está lloviendo.

Comentarios

MHM ha dicho que…
Me gusta tu manera de comentar este libro que aun no conozco. Lo buscaré.
VIKTOR VIKTOROVICH ha dicho que…
Pues ciertamente despierta la curiosidad esta nota tan descriptiva, mi querida Lorena Augusta... Habrá que buscarlo en "algún lado", para ver qué cosa interesante tienen que decir nuestros amables vecinos.

Abrazos, como siempre, Augustísima.

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