La palabra «trabajólica» es un adjetivo que acompaña a mi nombre, quizá atributo poderoso. Y cada tanto se va sustantivando con fuerza. Me aplasta. Lo alimento de tareas y agendas, de listas interminables y sus respectivos tachones cuando tal o cual actividad se ha cumplido.
Ante la incapacidad de poder vivir para el ocio (créanme que lo intento), voy entregándome a los placeres que me supone ejecutar nuevos proyectos. Sin poder librarme de ese empleo que paga mis recibos, abrazo esas actividades mínimas y vitales que me recuerdan que no solo de plata vivo yo, porque en la pirámide de Maslow estoy en la cima de las necesidades: atorrealización se llama.(Ahora que lo pienso me siento tan esnob al superponer mis sueños.)
Ante la ansiedad me tomo una infusión doble de manzanilla. Ante los retos no me queda más que domesticarme, disciplinarme e inyectarme cobalamina.
Ante la incapacidad de poder vivir para el ocio (créanme que lo intento), voy entregándome a los placeres que me supone ejecutar nuevos proyectos. Sin poder librarme de ese empleo que paga mis recibos, abrazo esas actividades mínimas y vitales que me recuerdan que no solo de plata vivo yo, porque en la pirámide de Maslow estoy en la cima de las necesidades: atorrealización se llama.(Ahora que lo pienso me siento tan esnob al superponer mis sueños.)
Ante la ansiedad me tomo una infusión doble de manzanilla. Ante los retos no me queda más que domesticarme, disciplinarme e inyectarme cobalamina.
Comentarios
Yo quizás no me lo merezca, pero sin duda vos sí, jejeje... Primores, Augusta.
¡Y no se estrese, mamita!
Afectísimamente,
YO